Otra vez sobre nuestro castellanismo

25 mayo 1977


Ilustración G. Guinea
  Para el que quiera, con afán de novedosa ridiculez, totalmente antihistórica, separarnos a los montañeses de la Castilla que creamos, con la que hemos vivido siglos de convivencia en empresas trascendentales de nuestro pasado, quiero presentar un ejemplo reciente, y baladí aparentemente, que es el del afecto con que la localidad de Aguilar de Campoo recibió a nuestro Racing de Santander, estos últimos días que el equipo pasó en la villa palentina. Como réplica elegante a nuestro pretendido desgajamiento del espíritu castellano, estos nos acogen con el cariño y la nobleza característicos de los hombres de la Meseta, que están muy por encima de esas pretensiones acomodaticias, circunstanciales y funambulescas, que nos quieren separar de una hermandad de siglos imposible de borrar por muchos esnobismos de Kantabrias con K, que pretendan fabricarse. Los de Aguilar, nos han dado una lección con este detalle deportivo, como nos la darían igual en el cultural, de cómo Santander está en el corazón de los castellanos, exactamente igual que estos lo estarán en el afecto de los santanderinos conscientes.

  Yo no sé cómo quedará todo, y como vendrá a organizarse todo, en este futuro incierto que aún ni se perfila. La descentralización es algo que ha de venir, pienso, con cualquiera de las fuerzas que ahora están en liza, pues ello parece que es una necesidad de la que nadie disiente. Pero de la descentralización al separatismo, o a la creación de islotes independientes, va un abismo, a través del cual creo que no debe aceptarse el poner puentes que consigan volver a hacer de España una sociedad de feudos medievales, porque ello sería, simplemente, en un mundo que progresivamente tiende a unificarse, retroceder cientos de años que costaron sangre y lágrimas y que llevaron a la constitución de nuestra nacionalidad.

  Repito, que no sé cómo quedará todo, pero si existe un mínimo de sentido común entre los montañeses, espero confiadamente que no nos constituyamos como ente aislado, encerrado entre montañas y desligado, política y culturalmente, de nuestros hermanos castellanos. Eso sería valorar excesivamente nuestra capacidad de autogestión, que creo, sinceramente, y después de los ejemplos que hemos dado, no alcanza niveles ni siquiera decentes. Cantabria sola, con K o con C, me da lo mismo, caminaría vertiginosamente hacia el subdesarrollo y nos veríamos obligados a ir progresivamente ocupando las cuevas que abandonamos en la Prehistoria.

  Acerquémonos, porque somos castellanos, a nuestros buenos vecinos de Castilla. Formemos con ellos una unidad de historia y de cultura, de la que no podemos desprendernos irresponsablemente (hasta el vasco Unamuno se hizo castellano), y emprendamos un verdadero camino de entendimiento, basado en tantas raíces comunes y en tantos aprecios inmensamente antiguos que siempre nos han unido. ¿Quién o quienes, y con qué razón y con qué autoridad, están intentando crear un verdadero colapso en nuestro destino? Aguilar de Campoo, en algo tan superficial como es el fútbol, pero también tan popular y tan sintomático, nos ha dado un ejemplo de cómo lo auténticamente arraigado no se puede desconectar así como así, tan sólo por un prurito de originalidad o de inconsciencia que, desgraciadamente, suele ser patrimonio consustancial de aquellos que ven las cosas a través del canuto pequeñín de sus excentricidades. Lo malo es que el pueblo se ve, en éste como en otros casos similares, envuelto y confundido en un embrollo de demagogias, y vaya Usted a saber cómo conseguimos adivinar, en la madeja de los falsos planteamientos, donde se encuentra el cabo útil que, enmarañado entre otros miles, es el único que ciertamente puede salvarnos(75).


(75) Nota actual: Vuelvo en esta charla a insistir en la proyectada separación de nuestra provincia de nuestros hermanos castellanos, que ya comenté en mi charla del 22 de marzo de 1977, pensando que, mis reflexiones sobre este punto, hicieran meditar a los políticos la responsabilidad que en ello tenían de acuerdo con el futuro desarrollo de la región. Esta idea castellanista estaba enormemente arraigada en el pueblo cántabro, pero una minoría, interesada en lo contrario, nos llevó a la situación actual de despegue, que tanto ha perjudicado a Cantabria por su escasísimo número de representantes en el parlamento nacional.  Si hubiésemos estados unidos a Castilla, el AVE, que tanta disputa está ocasionando en la política regional, seguro que le tendríamos en Santander capital, ¡incluso nuestro expresidente Sr. Revilla así lo ha reconocido, según la prensa! Pero estas cosas que ahora se lamentan debieron de haber sido pensadas en su momento. Ahora ya es tarde. Algunos que no tuvimos la culpa, ya lo advertimos. Y no una vez, sino muchas. Lo del león y el ratón. Ahora, a “pencar” con las consecuencias, y a llorar a los muros de Jerusalén…

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