La indiscutible labor de la extinta “Sección Femenina”

18 mayo 1977


Portada de la revista de la Sección Femenina. 1938
  Podría parecer el elogio y el recuerdo que hoy voy a hacer en este espacio “Artes y Letras”, un poco “demodé”, en un momento en que el renegar del pasado de nuestros últimos cuarenta años ha llegado a ser una especie de cantinela a todas luces cargada de resentimientos y de demagogia, como un estribillo que acompaña siempre al deseo de protagonismo y de borrón y cuenta nueva.

  Todo en este mundo es criticable, porque nada es perfecto, ni lo que pasó ni tampoco lo que haya de venir, pero resulta ya cargante y al menos enormemente sospechoso de partidismo, el que nos digan ahora, una y otra vez, insistentemente, que nuestra historia recientemente pasada fue toda ella un absoluto desatino. No exageremos tanto que se nos va a ver demasiado la antena. En algún periódico, por ejemplo, he leído, que la historia de España se quebró en 1936 y que sólo ahora, de nuevo, vuelve otra vez a iniciarse, como si la historia –que es la vida- pudiese tener espacios blancos a señalar, en uno u otro caso, por las ideas políticas en candelero. No es, precisamente, la ecuanimidad, una virtud hispánica. Desgraciadamente, somos un pueblo que construye sólo previo derrumbe de todo aquello que le precedió, porque únicamente aceptamos como bueno, en el terreno de las ideas y de las obras, lo que encaja con nuestro cerrado criterio, y somos incapaces, por una falta absoluta de justicia y de desprendimiento, de reconocer en todo momento la labor positiva de nuestros oponentes ideológicos, sin tener en cuenta que muy por encima, felizmente, de todo grupo político, está el individuo que obra al margen, casi siempre, de este género de pamplinas.

  Como yo evito siempre el caer en este despreciable defecto, no me duelen prendas, en estos momentos en que del árbol caído todos hacen leña, el romper una lanza por una agrupación, hoy ya disuelta, que muchas veces en el silencio absoluto, y la mayor parte de ellas en el anonimato más elegante, ha realizado, a lo largo de estos últimos 40 años, una labor y un trabajo que aunque ahora se intente oscurecer y silenciar, la historia y la verdad (que ni se compran ni se venden) se encargarán en su día de poner en evidencia. Muchas veces el sol se oculta tras de negros y densos nubarrones, que impiden llegue su luz a los campos y a los hombres, pero nadie dudará, en esos momentos, que el sol está allí, mucho más arriba, emitiendo energía y calor, es decir, como verdad absoluta muy por encima de todas las tormentas.

  Yo quiero, pues, dejar bien claro que en el panorama cultural de los pasados años, en esa cultura popular, que es del pueblo y sale del pueblo, las mujeres de la Sección Femenina han tenido una actuación no sólo dignísima, eficiente e importante, sino también –lo que no es normal en un mundo cargado de egoísmos- sacrificada y espléndida. Y ello muy por encima de sus posibilidades económicas, pues creo y pienso que nadie tendrá la osadía de decirnos ahora, que los presupuestos de este grupo de mujeres abnegadas arruinaron al Estado. Nunca, creo, se hizo tanto, en la historia cultural de España, con menos dinero. Porque lo que tuvo, por una especie de milagro, la Sección Femenina, fue un espíritu de entrega y de dedicación a los demás, casi monástico. Ella fue la que ha salvado –recordemos los famosos Coros y Danzas- el folklore y la música popular, con un trabajo directo sobre las aldeas y las tierras de España. Innumerables bailes, danzas y canciones de nuestro acerbo aldeano no han muerto gracias a ella. Sus cátedras llegaron a los rincones más apartados de nuestra geografía, allí donde, por el deseo de una vida más cómoda, ni siquiera llegaban médicos o sacerdotes. Sus cursos y enseñanzas estuvieron siempre teñidos de esa obligación social que hoy tanto se cacarea, y más se destinaron a las clases bajas que a los ámbitos de los elegidos económicamente.

  Negar todo esto, oscurecer todo esto, callarlo o pretender borrar y ocultar una verdad que no tiene vuelta de hoja, es patentizar demasiado el rencor y la ignominia. Pero su labor y resultados están ahí, patentes y claros, y por mucho que se intente borrar, volverán de nuevo, como las caras de Bélmez, a destacarse cada vez más en el panorama de una sociedad que tanto les debe. Ellas, las mujeres de la Sección Femenina, ni esperaron, ni esperan nada. Pero yo no puedo menos de hacer patente, en nombre de los valores olvidados, un reconocimiento que tienen muy justamente merecido(74).

(74) Nota actual: Y esto lo digo ahora, con la misma fuerza que lo dije en 1977, porque aunque pasen los años, y se quiera echar tierra sobre lo sembrado, la Sección Femenina, con todas las dificultades con que hubieron de trabajar, tuvo siempre mujeres abnegadas que se fueron por los campos a enseñar lo mucho o poco que sabían. Y esto es un valor lleno de humildad y digno de la máxima estimación. No nos vendría mal su ejemplo en estos días de soberbias y ostentosas actuaciones.

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