Epílogo

  Desgraciadamente, al coincidir, como acabo de indicar el año 1978 - el de la Constitución- con la supresión de la emisión Varia Cultural: Arte y letras de Radio Nacional de España en Santander, me quedé con las ganas de seguir atentamente el desenvolvimiento cultural de la provincia. Mis esperanzas para 1979 no se lograron. El panorama cultural de la provincia –hoy región- no mejoró un ápice. Y lo más triste es que el declive no remitió en años sucesivos. Algún destello inesperado iluminó, como excepción, la negrura de la tormenta. Pero, en general, todo ha ido para abajo, precipitadamente, en ruedo incontenible. La autonomía ha llegado. La esperanza, para los que creyeron, y siguen creyendo en ella, está abierta. ¡Ojalá la realidad que se avecina esté de su parte y arroje al suelo de una vez las escépticas previsiones recogidas repetidamente en mis charlas! De verdad de la buena que no lo sentiría. Porque es mucho mayor el ansia que tengo de ver, por fin, un amanecer luminoso, que el amor propio de comprobar corroborados mis presagios.


  Escribo, esta apostilla acabándose ya este confuso y crispado año 2010. Han pasado pues, treinta y cinco años desde lo que entonces me hizo reflexionar y enjuiciar cada una de mis charlas que, naturalmente, siempre responden a un deseo de mejoría y perfección. Soy casi siempre crítico, porque el mostrar y exponer lo defectuoso de los hechos y de las cosas, no es, como vulgarmente se cree, ni una ofensa ni un agravio, es sencillamente un aviso o una advertencia.


  Así pues, mis críticas responden a un sentido de concebir la vida según el juicio que yo tengo de los principios convivenciales derivados de la cultura que modeló mi manera de ser y de la educación que me dieron. Y como historiador honesto, que creo ser, la única estrella que me guía en el trabajo es buscar la verdad en los hechos que relato, no vividos directamente la mayor parte de los casos, o vividos para aclararlos como testigo, o enderezarlos como persona.

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