El S.I.P. de Valencia: medio siglo de actividad

19 octubre 1977


Sello del Servicio de Investigación Prehistorica de Valencia
  Invitado por la Diputación de Valencia, que ha querido reunir a gran número de arqueólogos y prehistoriadores españoles con motivo del 50 aniversario de la creación del Servicio de Investigaciones Prehistóricas, he podido comprobar la actividad y los importantes trabajos que desde hace medio siglo (¡da gusto poder comprobar la permanencia de algo firme en esta España de provisionalidad!) viene desarrollando este Centro de trabajos prehistóricos de Valencia.

  Cumplir 50 años de una tarea continuada con directrices semejantes y siempre buscando el mejor conocimiento y estudio de la prehistoria regional, sin cortapisas ni intentos de preeminencias, y sí ganadas por el mérito, el estudio y el trabajo, es algo que honra al Servicio de Investigaciones Prehistóricas de la Diputación Valenciana. El discurso del presidente de este organismo provincial, fue un modelo de cariño y de comprensión plena hacia la cultura de la región, y no es extraño que, con esta visión de ayuda y aliento, se trabaje allí con ilimitada ilusión. La prehistoria y la historia valenciana, de antigua tradición, está en manos, por otra parte, de auténticos estudiosos (no meros y simples amateurs) que desenvuelven una labor seria, concienzuda y científica, y han rechazado como sombra de diablo, las camarillas pedantescas que suelen formarse en centros semejantes, al cobijo de algún osado advenedizo o advenediza que cree, ilusoriamente, que un simple hobby puede alzarse por encima de un trabajo lento, continuado, de quienes han dedicado toda su vida al estudio y la cultura.

  La Diputación valenciana, a lo largo de esos 50 años, ha sabido elegir y mantener –rechazando toda aventurada ingerencia, que sin duda ha tenido que intentarse a lo largo de tantos años- a aquellas personas capacitadas que progresivamente han ido elevando la importancia de las investigaciones arqueológicas regionales, sin lanzarse a cambios arbitrarios, reconociendo de hecho la verdad de que vale más lo experimentado que lo posible, y el que hace, que aquel que pueda hacer.

  Claro está que, para ello, es preciso tener una visión mucho más amplia y lejana, que el simple jugueteo de una política de amiguetes. Cuando las miras se ponen en el bien cultural de una comarca, y no en el palmoteo aquiescente del compadreo, los resultados son siempre positivos y envidiables. Cuando, por el contrario, se prefiere esta última postura, deducida de simpatías o antipatías personales, la cosecha colectiva de signo positivo se ve, desgraciadamente, suplantada por ese tejemaneje subsidiario del que sólo viene a beneficiarse, como siempre, el pescador avispado que sabe trabajar como nadie en el río revuelto.

  Este, felizmente, no ha sido el caso de Valencia. El Servicio de Investigaciones Prehistóricas, lleva muchos años en las mismas manos capacitadas, y ni por envidias, jubileos u otra clase de recónditas motivaciones, se ha resquebrajado esa unidad que proporciona la experiencia, el conocimiento, la vocación y la dedicación total de unas vidas entregadas(89).


(89) Nota actual: Bien claro está que yo –sin decirlo- estaba comparando los 50 años de pervivencia de una Institución admirada en toda España, que pudo mantenerse en constante actividad cultural e investigadora, tanto tiempo, con lo sucedido en Santander con la Institución Cultural de Cantabria, a la que no se dejó vivir su mejor momento por –según dijeron- “irregularidades” que no se quisieron denunciar, y “para colocarla a nivel más alto todavía”. Razones tan discutibles y poco convincentes que el amaño quedó bien claramente manifiesto. ¿Por qué pudo suceder esto en la culta Santander de Menéndez Pelayo?

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