O sardinas o peces abisales ¿Dónde está el término medio?

12 julio 1978


El basilisco, Ilustración G. Guinea
  El ministerio de Cultura acaba de iniciar, con la publicación de su primer número, una revista dedicada al gran público con el título de “Cuadernos de Cultura”. Se trata de conjugar en ella los aspectos formativos y los informativos, de manera que cualquier persona que la lea pueda conocer cuál es el panorama de la cultura de proyección popular y cuáles son los puntos más significativos en la actualidad cultural del país. Así, en este número 1 expone Marsillac sus pensamientos sobre lo que puede y debe de ser la Escuela Nacional de Arte Dramático, que se le ha encargado poner en marcha; o Maluquer de Motes, subdirector de Excavaciones arqueológicas, se deja pensar acerca de las pinturas de Altamira y el porvenir de la cueva. Por cierto que la portada de este ejemplar de “Cuadernos de Cultura” está proyectada por un reinosano de pro, Julio Santamaría, que viene destacando desde hace años en la composición artística de esta especial faceta publicitaria, y que nos demuestra, una vez más, que el triunfo de los montañeses, en cualquier campo, viene no del apoyo de sus paisanos sino de la valoración que se les haga más allá de sus límites regionales. “Cuadernos de Cultura” me ha parecido, tal vez, excesivamente superficial. Bien está que vaya a las masas preferentemente dirigido, y por ello se haga accesible, pero creo que hubiera sido necesario un acercamiento más incisivo y educativo.

  El reverso de la medalla de esta revista es otra que ya va por el número 2 y que se titula “El Basilisco”, revista, al parecer, no relacionada con ninguna especial sociedad y más bien consecuencia de un grupo de jóvenes pensadores, y que dirige Gustavo Bueno Martínez, estando su editorial en Oviedo. “El Basilisco” tiene, en principio, un nombre atrayente, misterioso, adscrito a la fábula y, por lo tanto, capaz de admitir todo tipo de elucubraciones científicas y filosóficas. La revista se dice de “Ciencias humanas, filosofía y teoría de la ciencia y la cultura”. Su formato e impresión es realmente original y atractivo, y la densidad de sus colaboraciones puede, tal vez, dejarla reducida a un ámbito de lectores excesivamente especializados. No llega a ser, o, mejor dicho, pasa de ser una revista de “ensayo”, para hacerse extremadamente científica, con artículos y temas que rebasan la comprensión normal o el conocimiento de un estudioso, que sólo podrá comprender, según su especialización, alguno de los artículos. Demasiado densa, pues, a mi entender, para ser una revista destinada a intelectuales con aspiraciones multiformes pero que difícilmente pueden aceptar temas que precisan un conocimiento excesivamente particularista, como el que se refiere a las dimensiones de la célula primitiva, más apto para una revista de Biología y, por lo tanto, para un anaquel de una Facultad de Medicina que para la biblioteca particular de un pensador o de un simple interesado en los problemas humanos.

  Pienso yo en que todavía no se ha ideado en España una revista del pensamiento al alcance de las gentes globalmente preparadas. Parece que estamos entre ambos extremos: el que se queda en artículos de prensa (“Cuadernos de Cultura”) o el que se hunde en profundidades casi casi inasequibles y que, por lo tanto, no contribuye a excitar la creación y el pensamiento (“El Basilisco”).

  Los intelectuales de andar por casa, que son muchos, que entienden a Unamuno y a Ortega, pero que no llegan a comprender bien las derivadas ni el cálculo infinitesimal, precisan de un tipo de revista excitante a su pensamiento, más creadora que expositora, de datos especializados, que haga meditar y escribir, pero que no agobie con razonamientos tan pormenorizados que parecen transformar lo que debe de ser sencillez de exposición, en un cúmulo de subjetivismos doctrinales que rizan el rizo de las meditaciones, muchas veces un si es no es pedantescas porque se ven forzadas para entenderlas.

Uno añora, por ejemplo, la vieja “Revista de Occidente”, o “Cruz y Raya”, que sin perder densidad llegaban mucho más a los problemas elementales del hombre.

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