Más fantasía y menos cretinismo

27 diciembre 1978


Ilustración G.Guinea
  Permitidme, queridos radioyentes, que, ahora que estamos en plenas Navidades, intente salir al paso de ciertas corrientes modernistas pedagógicas que, estiman, quizás, que las generaciones que no arrasan todo lo mantenido y vivido por las anteriores, no están a la altura de sus tiempos. Son tendencias que se dicen progresistas (los demás para ellas somos anquilosados integristas y retrasados conservadores) y que consideran que toda educación que nosotros recibimos, fue un desdichado equívoco que nos traumatizó para siempre, dejándonos poco menos que frenados en el tope del subdesarrollo mental.

  Son pequeños grupos de profesores, profesoras, que apoyándose en el contrafuerte, que estiman firmísimo, de las realidades, preconizan una educación infantil en donde los ideales fantásticos deben de ser absolutamente desterrados, por lo que es pecado mortal, digno del infierno dantesco, engañar a los niños con imaginativas historias, como la de los Reyes Magos.

  Adheridos a la vida, como las lapas a las rocas, por las únicas ventosas del materialismo feroz, estas direcciones educativas vienen prosperando en la misma medida e intensidad que prospera la despoetización de la existencia, la ramplonería de la masa bruta y la pedantesca autosuficiencia de los fracasados. Envolviendo sus destructores razonamientos en el celofán engañoso de un canto a la sinceridad y una cura a la mente del niño, pregonan y practican una pedagogía absolutamente descarnada en donde no hay posibilidad de abrir un solo orificio para hacer sonar la nota inesperada de una flauta mágica. Querrían, posiblemente, mineralizar tanto la inteligencia infantil que ésta no pudiese jamás fabricar unas alas de misterio para entrar en ese viaje ideal de ensueños y esperanzas.

  No es cierto tal, como ellos piensan, o al menos como ellos exponen, que el niño quede marcado, al entrar en el conocimiento de la realidad de la vida, con un fracaso y un rencor a la falta de verdad de sus padres. Este razonamiento –que jamás ha sido probado, sino tan sólo utilizado para extirpar de raíz, y para el futuro, alguno de los pocos recuerdos felices que al adulto le es dado mantener con una alegre nostalgia- este razonamiento, digo, no puede aceptarse como base válida para desflorar cruelmente las ilusiones fantásticas de los niños.

  Los Reyes Magos existen, y existen realmente en la imaginación y en el deseo, porque hasta filosóficamente sabemos que tan real es el mundo de las cosas como el de los pensamientos, aunque ambos tengan coordenadas distintas donde desenvolverse. De tomar tan estrictamente este sendero del materialismo, quememos, en una pira inquisitorial, todas las grandes obras creadas por la fantasía humana, y en primer lugar nuestro genial “Don Quijote”. Tampoco la figura imaginada por Cervantes tuvo realidad material y, sin embargo, nadie dudará de su existencia, porque los mitos –Don Juan Tenorio, El Quijote, Los Reyes Magos- son las auténticas esencias personalizadas de los grandes deseos humanos. Y es éste, el deseo, quien fabrica la corporización de los ideales inasequibles. Al intentar negar, por una mal entendida pedagogía, el valor de estos engaños que son parte del espíritu creador y simbolista de la inteligencia humana, no hacemos más que empequeñecer nuestras posibilidades de abrir mundos nuevos y consoladores, y reducir nuestra mente a medidas estrictamente corporales y geológicas.

  Los Reyes Magos, como tantas esperanzas que giran en el misterio, volverán este año, como siempre, a provocar temblores de poesía y de deliciosa felicidad en los niños que fervientemente crean en ellos. Y ningún trauma, ninguna congoja, quedará en estas mentes que abren sus vidas envueltas en el ensueño. Al contrario, les estaremos provocando vías de imaginación y sensibilidad que, sin duda, todos sabemos son las únicas que podrán cambiar esta vida lijosa de asperezas que, a fuerza de eliminar mitos, estamos consiguiendo.

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