Mi última intervención, que no llegó a emitirse

03 enero 1979


Ilustración G. Guinea
  Termina un año, 1978, que ha pasado ciertamente, y desde el punto de vista cultural para nuestra provincia, sin pena ni gloria. Poco ha hecho Santander en estos 365 días pasados que merezca la pena reseñarse con letras doradas. Como a ello ya estamos acostumbrados, ni nos choca ni nos desespera. El tono de la medianía es el que aquí suena desde hace años. Si en otro tiempo La Montaña ofreció al país ciertas originalidades y mantuvo un no desdeñable hogar caldeado, que podía al menos competir con las actividades de otras provincias, la situación ya endémica de nuestra ramplonería cultural no parece tener remedio. Salvo la Delegación de Cultura que cuenta con un espléndido Delegado; salvo la Caja de Ahorros y alguna actividad interesante del Ateneo, que se quedan prácticamente aislados, sin afectar, por otra parte, en gran medida a nuestra entera sociedad, poco de positivo puede añadirse. Tal vez la exposición de los tres clásicos pintores montañeses Casimiro Saiz, Riancho y Salces, pueda darse como algo destacado. Pero salvo estas excepciones, que confirman la regla, la atonía, el abandono y la falta de imaginación y de empeños han sido la tónica general.

  ¿Qué hacen, qué han hecho, las tan cacareadas Instituciones culturales que tenemos? ¿Viven? ¿Han muerto? El vivificador que las vivifique, buen vivificador será.

  ¿Y de música? ¿Qué se ha ofrecido de calidad y con la continuidad deseable? ¿Y los escritores, y los poetas y los historiadores? ¿Qué fue de aquellos concursos nacionales de dibujo y pintura? ¿Qué se fueron? ¿Qué fue de tanta esperanza como trajeron?

  Uno creía que, con la democracia, las mentes antaño reprimidas, iban a despertar y liberarse, por fin, para ofrecernos una creatividad que, al parecer, tenían aherrojada. Pero la desilusión también nos alcanza en este campo, pues, por lo visto, salvo tonterías, vulgaridades o amañadas síntesis históricas a las que se ve el plumero de la búsqueda de posiciones políticas productivas, nadie tiene nada nuevo y original que decirnos. Ahora, los “Genios acallados” ya no tienen disculpa. Pueden escribir lo que deseen, pero, en realidad lo que no pueden es dar lo que no tienen, ni en profundidad, ni en humanidad, ni en erudición, ni siquiera en veracidad. Barreras fuera, cada uno tendrá que ofrecer, de ahora en adelante, lo que dentro de sí tenga, pues ya no existen posibilidades de guarecer su presunto ingenio detrás de renovadas represiones.

  Yo, por ello, estaba esperando con verdadera ansiedad un nuevo despertar cultural en Santander, pero parece que, por ahora, nada se produce. Al contrario, las perspectivas son cada vez más anémicas y las vulgaridades más notorias. ¿Será que las épocas de crisis también coartan, mediatizan y frenan a los superdotados? ¿O será que nos falta, y por encima de todo, la materia prima? Porque entonces –y es lo que yo creo- eso sí que no tiene remedio, ni por activa ni por pasiva.

  El hecho es que 1978 ha pasado y, prácticamente, nos ha dejado culturalmente más fríos que nunca. Ello es achacable, naturalmente, a las medianías que se han impuesto, en un momento en que el río revuelto produce la ganancia de los pescadores. Y en cultura, como en todas las cosas de la vida, los pescadores aprovechados no dejan de ser numerosos. Ellos viven amparados en la indiferencia general o en el confusionismo difícil de aclarar.

  Confiemos que 1979, recién nacido, nos traiga escobas, al menos, para limpiar toda la morralla de oportunistas, advenedizos y grandes sabios de cafetería. Demos al nuevo año otra oportunidad. A ver si, con buenos detergentes, la sociedad se encarga de poner a cada uno en su sitio, pues de no ser así, malos vientos van a soplar en las perspectivas culturales del año que empieza.

  Que Ustedes lo vean y que lo disfruten o, en otro caso, que lo soporten. Creo que, si seguimos así, todos necesitamos grandes dosis de conformidad y de paciencia. Pero también es cierto, que nunca llovió que no escampó, y llevamos ya bastante tiempo de huracanes y torrentes, como para suponer que tal vez 1979 sea un año que nos ofrezca un horizonte más limpio y por donde empiecen a colarse esos rayos de sol que tanto deseamos y que, en verdad, tanto también necesitamos. Queridos radioyentes, Feliz año cultural para todos(120).


(120) Nota actual: Estaba preparada para el día 3 de enero de 1979, pero al suprimirse la emisión cultural “Varia cultural: Artes y Letras”, quedó anulada, aunque yo, he querido colocarla a modo de despedida a los que fueron mis oyentes.

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