22 noviembre 1978
La revista “Monumentes Historiques”, que se publica en Francia bimensualmente, recoge, en su último número, una síntesis de los trabajos del coloquio organizado por el Conseil Internacional des Monuments et des Sites de Avignon, durante los pasados meses de enero y febrero de 1978, y que llevaba el título general de “Utilizar los monumentos históricos”. Una necesidad bien patente, cuando de monumentos se trata, y en relación con su restauración, es saber qué es lo que después de ésta va a hacerse con el edificio ya restaurado. La utilización de estos monumentos, el destinarles a una función noble, útil o simbólica. Muchos monasterios se abandonan por los monjes o, desde tiempo, estaban ya abandonados, y tienen que adaptarse a otros servicios, por ejemplo culturales, si se quiere que el abandono no venga a destruirles poco a poco. Un verdadero esfuerzo de inventiva y de imaginación es necesario a veces desarrollar, para poder hacer útiles a estos monumentos históricos ya aparcados de época. Tantos castillos como tenemos, tantos conventos, torres, casas o palacios dignos de admiración y de cuidados, pueden ser acomodados a un servicio útil que, aunque no fuese rentable, podría al menos no ser gravoso. Pero ha surgido, en este aspecto del uso que puede darse a los nobles edificios, una actitud crítica sobre el buen y el mal uso que pueda dárseles. Por ejemplo, en nuestro vecino país la ruinas de la abadía de Montmajour en otro tiempo sirvieron de aprisco de corderos, cosa que no parece, precisamente, muy adecuada a edificio de tan noble historia; la iglesia de Saint Pierre de Senlis, fue igualmente en el pasado siglo un mercado. En Potes, nuestro Potes, y en estos tiempos presentes, su vieja iglesia está transformada en depósito de materiales de construcción, finalidad no muy de acuerdo con su carácter.
Pero la dificultad económica de convertir en utilizable un monumento, sea estatal, religioso o privado, es mucho mayor de lo que puede pensarse, y sin embargo, parece obligatorio que se vengan intentando acciones para conseguirlo. Nosotros hemos logrado, con los Paradores Nacionales de Turismo, una verdadera política de utilizaciones nobles de monumentos. Pero prácticamente, esta dedicación a la hostelería parece ya concluida, pues es imposible llenar de paradores el espacio de diez en diez kilómetros que, más o menos, son las distancias medias en que puede existir un monumento digno de conservación.
En Francia y en Inglaterra han hecho verdaderos esfuerzos de adaptación de edificios artísticos. En Dijon, la iglesia de Saint Etienne ha acogido con dignidad a la Cámara de Comercio y de Industria. Es evidente que todo monumento histórico, desprovisto de función contemporánea, está avocado a su lenta destrucción o ruina. Por ello, parece imprescindible que se busque, tan pronto como se intente salvar una ruina, darla una finalidad que la conserve. Algo se podrá hacer en este sentido con las ruinas de Pronillo, en el corazón de nuestra ciudad y muy dignas de salvarse. Su utilización como archivo, biblioteca, museo o centro cultural parece que no sería difícil, sólo hace falta un claro deseo de ponerlas en función.
Nuestras torres o nuestras buenas casas solariegas podrían ser igualmente salvadas, si se intentase en ellas situar o los ayuntamientos o las escuelas o centros culturales o deportivos. Pero no trasladándoles de lugar, que realmente es como destruirles, sino acoplando a su interior servicios públicos.
Digamos, en lo que se refiere a nuestra provincia lo mismo que se expuso en la clausura del Coloquio de Avignon, es decir: 1º, la utilización de los monumentos históricos es indispensable.- 2º, ello es casi siempre posible.- 3º, el Estado, la iglesia y los municipios deben de pensar, muy en serio, en este sentido y poner manos a la obra. Los particulares que no dispongan de medios económicos, deben de ser ayudados. Todos los esfuerzos que sobre esto se hagan son pocos, y a la larga siempre serán agradecidos por la sociedad. Vamos a ver si, de una vez, nos ponemos serios y salvamos del olvido y de la destrucción todo nuestro Patrimonio provincial. En esta empresa no es posible dejárselo todo al Estado. Las Diputaciones, los Ayuntamientos, las Entidades, Bancos, Empresas, etc., están obligados a colaborar. Esta es una labor de toda la sociedad y el apoyo económico para ello, tiene que venir de quien posee el dinero(118).
Pero la dificultad económica de convertir en utilizable un monumento, sea estatal, religioso o privado, es mucho mayor de lo que puede pensarse, y sin embargo, parece obligatorio que se vengan intentando acciones para conseguirlo. Nosotros hemos logrado, con los Paradores Nacionales de Turismo, una verdadera política de utilizaciones nobles de monumentos. Pero prácticamente, esta dedicación a la hostelería parece ya concluida, pues es imposible llenar de paradores el espacio de diez en diez kilómetros que, más o menos, son las distancias medias en que puede existir un monumento digno de conservación.
En Francia y en Inglaterra han hecho verdaderos esfuerzos de adaptación de edificios artísticos. En Dijon, la iglesia de Saint Etienne ha acogido con dignidad a la Cámara de Comercio y de Industria. Es evidente que todo monumento histórico, desprovisto de función contemporánea, está avocado a su lenta destrucción o ruina. Por ello, parece imprescindible que se busque, tan pronto como se intente salvar una ruina, darla una finalidad que la conserve. Algo se podrá hacer en este sentido con las ruinas de Pronillo, en el corazón de nuestra ciudad y muy dignas de salvarse. Su utilización como archivo, biblioteca, museo o centro cultural parece que no sería difícil, sólo hace falta un claro deseo de ponerlas en función.
Nuestras torres o nuestras buenas casas solariegas podrían ser igualmente salvadas, si se intentase en ellas situar o los ayuntamientos o las escuelas o centros culturales o deportivos. Pero no trasladándoles de lugar, que realmente es como destruirles, sino acoplando a su interior servicios públicos.
Digamos, en lo que se refiere a nuestra provincia lo mismo que se expuso en la clausura del Coloquio de Avignon, es decir: 1º, la utilización de los monumentos históricos es indispensable.- 2º, ello es casi siempre posible.- 3º, el Estado, la iglesia y los municipios deben de pensar, muy en serio, en este sentido y poner manos a la obra. Los particulares que no dispongan de medios económicos, deben de ser ayudados. Todos los esfuerzos que sobre esto se hagan son pocos, y a la larga siempre serán agradecidos por la sociedad. Vamos a ver si, de una vez, nos ponemos serios y salvamos del olvido y de la destrucción todo nuestro Patrimonio provincial. En esta empresa no es posible dejárselo todo al Estado. Las Diputaciones, los Ayuntamientos, las Entidades, Bancos, Empresas, etc., están obligados a colaborar. Esta es una labor de toda la sociedad y el apoyo económico para ello, tiene que venir de quien posee el dinero(118).
(118) Nota actual: En Cantabria, últimamente, la Consejería de Cultura viene utilizando tanto en edificios “religiosos como civiles”, para servicios persistentes distintos a los que inicialmente tuvieron. Así, la iglesia románica de Villacantid (Campoo de Suso) sirve hoy, después de restaurada, como centro de interpretación del románico provincial. Y sobre todo ha sido un verdadero acierto la instalación de la Biblioteca central de Cantabria y Archivo provincial, en el edificio de la antigua Tabacalera.
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