Cecilio Testón: un pintor de raíces

26 julio 1978


  Nuevamente expone en Santander Cecilio F. Testón, para mostrarnos que sigue fiel, en su obra reciente, a su manera particularísima de expresión, en donde se conjugan fuertes reminiscencias románticas, absolutamente anteclásicas, con un cierto atavismo o pasión por una sociedad de tipos humanos en los límites de la anormalidad que hoy es ya difícil de encontrar fuera de los centros psiquiátricos pero que, en otro tiempo, se hicieron representativos de un mundo semidesplazado que convivía con los demás seres oficialmente encajados en una normativa igualadora.

  Muchas veces me he preguntado el por qué de esta tendencia de Testón, fuera de época, pintura casi arqueológica, dentro del contexto actual del aburrido manierismo a que obliga siempre la moda, pero que, sin embargo, tiene precisamente aquello que falta a casi todas las corrientes modernas: profundidad y fuerza de conmoción. Como si el artista aprovechase esa reminiscencia de sus visiones infantiles, para hacernos caer del burro de la superficialidad, presentándonos, a fuerza de expresión caricaturesca, ese problema permanente del hombre, aunque tratemos de ocultarle detrás de biombos tecnicistas, y que es su miseria, su historia y su muerte. Pero resulta que, si examinamos muy por encima la historia del arte universal, no dejamos de encontrar la misma corriente popular y desgarrada, tangente a la miseria y a la deformidad, hermana de la filosofía, del fanatismo e incluso de la brujería, desde el románico y gótico (monstruos de los capiteles, danzas de la muerte) hasta Goya, Lucas, Solana, etc., pasando incluso por el “sosegado” Velázquez de los desgraciados.

  Es una corriente muy del pueblo español, enraizada en sus tradiciones e ignorancias, pero que, en el fondo, no deja de ser también preocupación universal, en los momentos en que la humanidad siente pesar más en ella el sentimiento de su impotencia (barroquismo) que la alegría de su vitalismo (clasicismo). Manet, Daumier, Courbert, entre los franceses; Repin, entre los rusos; Munich o Ensor, como más modernos, no están lejos, en ocasiones, de esta fuerza desesperada de la imposibilidad humana y del peso agobiador de la vida.

  Cecilio F. Testón, es un pintor que busca en lo grotesco, y en sus temas de bohemia, borrachera, visiones fantásticas casi oníricas, tipos deformes, etc., el latigazo más fiero a las sensualidades y al orgullo perfeccionista del hombre…Pintura pues “teológica”, moralista en el fondo o, si quieren, enormemente destructiva de esa idea pedante del hombre como centro del mundo. Acentúa lo imposible para que resalte ante nosotros lo permanente olvidado: la debilidad, la desesperanza y la muerte. Sus “niños viejos” carirredondos, o en trágica fantasía del esqueleto en el cuévano, son extremos casi denterosos del tremendismo de Testón, que se solaza, sin ninguna alegría, en descarnarnos el posible asidero de la felicidad terrenal. Todos sus seres se apiñan en corales monstruosas y llevan en sí el infortunio de su espantosa degeneración.

  “El viático” es un pequeño cuadro de costumbres, como un apunte de recuerdos de lo que ya será difícil volver a encontrar en nuestros pueblos.

  Otros cuadros, con formas marinas, tienden a un gusto de abstracción más actual, pero donde Cecilio F. Testón se afianza verdaderamente es en esos sus mundos de fantasía, que dejan patente un fondo desgarrador de indigencias, desdichas e inverosímiles deformidades.

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