Vicisitudes universitarias

13 octubre 1976

Ilustración G. Guinea
  Nueva apertura del Curso Universitario. El pasado día 8, a las once de la mañana, abrió de nuevo sus puertas, en acto solemne, la Universidad de Santander, en vistas a este curso 1976-1977. Presidió el Rector, Sr. Trillo, y la lección inaugural corrió a cargo del Profesor Gómez Laá, que habló sobre la problemática científica de los movimientos sísmicos. El Profesor Bracho del Pino, había leído antes un resumen de la Memoria del curso pasado. Memoria que, en unión del texto de la lección inaugural, se entregó a los asistentes, como viene siendo costumbre en este acto anual de apertura. El aumento progresivo de estudiantes quedó claro en las estadísticas, y las realizaciones de la Universidad, tanto en lo cultural, científico y deportivo son manifiestas. Echamos a faltar, sin embargo, más actividad en el profesorado. De la Memoria se deduce que sólo una pequeña parte de los profesores puede presentar un “currículo” de actuaciones. Faltan muchos departamentos o cátedras en el capítulo de “Labor científica de los profesores”, no sabemos si porque nada mencionable se hizo a lo largo del año o por desinterés en decírnoslo, si es que se hizo.

  Un año más va a caminar nuestra Universidad, pero otro año más sin Facultad de Letras. Resulta ya esto una aspiración que se va cargando cada vez más de desesperanzas. Yo recuerdo, hace más de nueve años, cuando se creó una Academia Preparatoria en el Museo de Prehistoria que, primero independiente y luego arropada por la Delegación de Cultura, pretendía manifestar la existencia del alumnado para la carrera de Letras y la posibilidad también de profesorado. Y ello en vistas a presionar la Facultad. Pero los años pasaban y, como nada venía, la Academia murió de una sola enfermedad: la desilusión y el cansancio. Sabemos del interés que pusieron para que esta Facultad fuese un hecho, los rectores De Miguel y Trillo de Leyva. Estamos seguros, y lo afirmamos, que hicieron todo aquello que en sus posibilidades y atribuciones estaba. Pero, por lo que sea, la Facultad siempre se quedó en proyecto, como tantas cosas en este Santander de mis pecados.

  Y ahora se nos va el Rector, trasladado a una universidad andaluza. Lo sentimos de verdad, porque Trillo ha trabajado con un empeño digno de agradecimiento y alabanza por parte de todos los santanderinos. El que le sustituya en el cargo, sea quien sea, estoy seguro que volverá a plantear la aspiración de la creación de una Facultad humanística. Y esto porque todo verdadero universitario, venga de la rama que sea, no puede concebir una Universidad sin el complemento de una carrera de Letras. Creo que la Universidad de Santander ha desenvuelto, en estos pocos años de vida, un trabajo y una influencia hasta el límite más allá de sus propios límites. Se ha proyectado sobre la sociedad en actos culturales muy diversos. Ha creado el Coro universitario (por cierto, nos extrañó su no intervención en el acto solemne de apertura), el Centro de Investigación y Desarrollo, en colaboración con la Diputación, y el Instituto Universitario de Idiomas, que por muy poco dinero al año, ofrece la enseñanza del inglés y el francés, en tres cursos sucesivos, haciendo así factible el conocimiento de los idiomas a todos los niveles sociales.

  Hay algo, sin embargo, que parece “no pita”: la Asociación de Amigos de la Universidad. Recordamos que empezó con verdadero empuje y dispuesta a ser un apoyo efectivo a los problemas difíciles que pudieran suscitarse. Pero (desconocemos las razones) hasta ahora no la hemos visto más que languidecer. Sabemos que su secretaria, Carmen Lavín, ha puesto de su parte al máximo, e incluso creó de su bolsillo dos becas para los mejores expedientes de Ciencias y Medicina. Pero ya vemos que nada ha podido hacer por fortalecer la Asociación. ¿Cuáles son, pues, las causas que hacen a ésta inactiva?
  Todos los principios son difíciles. Nuestra Universidad está aún comenzando, pues seis o siete años cuentan poco para la solera de una Universidad, que necesita siglos para afianzarse. Pero también es cierto que los santanderinos no acabamos de apercibirnos de que si la Universidad es para la sociedad, es ésta la que debe velar y fortalecer a aquella. Y que nuestra Universidad, la Universidad de Santander, es algo que debemos hacer todos en común, con una ilusión también común. Porque si no es así, no esperemos que la Administración Central ha de pelarnos la fruta que nosotros vamos a comer(59).


(59) Nota actual: Continuaba, como vemos, la marcha normal en las Facultades científicas y en la de Medicina. Se seguía añorando la de Letras, pero nada había seguro todavía. La Academia del Museo murió, como vemos, de cansancio.

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