29 Septiembre 1976
Nuestra tierra, yo no sé si por la suavidad de sus prados o por reminiscencias matriarcales, que vienen de muy antiguo, es propicia a la aparición de sentimientos poéticos en la mujer, que se transforman desde hace años en libros de poesía que sucesivamente se muestran en los escaparates de nuestras librerías. Lo cierto es que no es ahora, solamente, pues aún recuerdo yo en los años de mi infancia que, normalmente, era una mujer la que en los pueblos componía los versos que habían de florear determinados acontecimientos del lugar: bodas, fiestas religiosas, romerías, etc., y que la mayor parte de las canciones de pandereta acomodaban letras y estribillos compuestos por mujeres. Y creo que, si se pudiesen buscar los orígenes de nuestra poesía popular, daríamos con muchísimas poetisas naturales cuyo nombre quedó en el más absoluto anonimato.
Pero viniendo al presente, la musa femenina no deja de ser frecuente y alguna de las creadoras más destacadas han logrado proyectarse en el ámbito nacional, cosa que no suele ser fácil ni corriente.
Conocida de todos es Matilde Camus, discípula de Gerardo Diego, que viene desde hace años demostrando su vena poética en interesantes libros, como “Voces”, “Vuelo de estrellas”, “Manantial de Amor”, “Siempre amor”, etc., que nos dan ya la medida de la inspiración y de la personalidad de su autora. Matilde Camus toca los temas femeninos de siempre: el amor, la familia, el paisaje, el villancico de tan viejo arraigo en la poesía española. Ha sido muchas veces premiada en certámenes poéticos y sabe componer, con un cierto modernismo intelectual, sin perder por ello las formas y la expresión clásica. Muchos de sus versos son aciertos indudables, llenos de encanto y de sugerencias. Elijo, al azar y como ejemplo, algunos:
Las nubes mirarán nuestra esperanza
Y un mar de yedras y de helechos vivos,
Serán el manantial de nuestras almas.
La luna en ovillo
Se cayó en la mar.
No hay nubes sobre Cabarga
Y en la bahía los peces
Han escamado esta noche
Su plata junto a los muelles
Si vas a la fuente invita
A esos “niños aguadores”,
Que inclinan los surtidores
De sus cántaros sin fondo.
Llega a su pilón redondo
Y coge un pez de colores
Cruzaré con mis alas de universo
La existencia sin nombre;
Te volveré a sentir, volveré a verte
Tengo todas las flores
Y los trinos de pájaros gozosos
Sobre mi corazón
Otra poetisa montañesa, muy distinta, sin embargo, a Matilde Camus, es su tocaya Matilde Zamanillo, que desde mil novecientos cuarenta y tantos, está dando a la publicidad sus versos. Sus temas preferidos son los religiosos, los patrióticos y los históricos. Sus libros más destacados son: “Laudes marianas”, “Así es España”, “Romancero de la buena siembra”, “Frutos de soledad”, “Ya tocan a Navidad”, “Símbolos y figuras de nuestra historia”, etc. De estructura profundamente clásica, clara y de siempre, suele abandonar su propia intimidad para cantar los sentimientos sociales y místicos. Leo, como ejemplo, el soneto dedicado a San Juan de la Cruz:
Ya del alba pasó la noche oscura…
y a través de sus éxtasis sabrosos
se acerca a unos parajes deliciosos
florecidos de mística hermosura
donde una luz vivísima fulgura
que al alma y a su Dios, fieles Esposos
l os abrasa en delirios amorosos
¿Cómo el alma ha volado hasta esa altura?
Senda escabrosa allí tan sólo llega;
más un Juan de la Cruz se eleva tanto
en alas del amor que las despliega,
que del mundo y del cielo con espanto,
-águila audaz a quien el sol no ciega-
Sereno, escala el Monte sacrosanto.
La última de las poetisas a que en este corto espacio de tiempo que tengo me he de referir es a María Saro, ejemplo, el mejor, de la continuidad de la poesía popular en nuestra época. Su mismo ámbito aldeano, la Abadilla de Cayón, da la medida del carácter de la inspiración de María Saro. Poetisa que no ha publicado más que un libro, “La Braña”, cuyo título ya dice bastante en relación con la fuente de su poesía. Es gracioso que lleve esta juglar actual el mismo apellido que la pintora “naif” Belén Saro. Pienso que hay un paralelismo de ingenuidad entre ambas. Su métrica es el romance libre, casi medieval, aunque también ensaya el soneto. Y es en su capítulo de “Pensamientos”, donde más próximo se ve el fontanar de la filosofía del campo, ingenua y vital, expresada en cantares. Veamos, por ejemplo, algunos de ellos:
Por los frutos se deduce
la calidad del terreno
y por los hechos se ve
lo que hay en el pensamiento.
Hay quien a la indignidad
le llama mundología
y en las bajas actuaciones
dice que justicia hacía.
Hay quien busca beneficio
tratando de hacernos ver
que su vida es sacrificio
por deseos de hacer bien.
La maldad del que bien piensa
es mucho más de temer
pues hábil será tejiendo
la red que te ha de tender.
En fin, poesía diversa la de estas tres poetisas santanderinas: intelectual, épica y popular respectivamente. Pero bien significativa de que el ser humano necesita algo más que pan y circo.
y a través de sus éxtasis sabrosos
se acerca a unos parajes deliciosos
florecidos de mística hermosura
donde una luz vivísima fulgura
que al alma y a su Dios, fieles Esposos
l os abrasa en delirios amorosos
¿Cómo el alma ha volado hasta esa altura?
Senda escabrosa allí tan sólo llega;
más un Juan de la Cruz se eleva tanto
en alas del amor que las despliega,
que del mundo y del cielo con espanto,
-águila audaz a quien el sol no ciega-
Sereno, escala el Monte sacrosanto.
La última de las poetisas a que en este corto espacio de tiempo que tengo me he de referir es a María Saro, ejemplo, el mejor, de la continuidad de la poesía popular en nuestra época. Su mismo ámbito aldeano, la Abadilla de Cayón, da la medida del carácter de la inspiración de María Saro. Poetisa que no ha publicado más que un libro, “La Braña”, cuyo título ya dice bastante en relación con la fuente de su poesía. Es gracioso que lleve esta juglar actual el mismo apellido que la pintora “naif” Belén Saro. Pienso que hay un paralelismo de ingenuidad entre ambas. Su métrica es el romance libre, casi medieval, aunque también ensaya el soneto. Y es en su capítulo de “Pensamientos”, donde más próximo se ve el fontanar de la filosofía del campo, ingenua y vital, expresada en cantares. Veamos, por ejemplo, algunos de ellos:
Por los frutos se deduce
la calidad del terreno
y por los hechos se ve
lo que hay en el pensamiento.
Hay quien a la indignidad
le llama mundología
y en las bajas actuaciones
dice que justicia hacía.
Hay quien busca beneficio
tratando de hacernos ver
que su vida es sacrificio
por deseos de hacer bien.
La maldad del que bien piensa
es mucho más de temer
pues hábil será tejiendo
la red que te ha de tender.
En fin, poesía diversa la de estas tres poetisas santanderinas: intelectual, épica y popular respectivamente. Pero bien significativa de que el ser humano necesita algo más que pan y circo.
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