San Miguel de Olea

14 enero 1976


Ilustración G. Guinea
Si uno no lo ve, estoy seguro que no lo cree, queridos radioyentes. Voy a poner un solo ejemplo de lo que acerca de nuestro patrimonio artístico provincial sucede. No para echar culpas a nadie, porque yo no sé quien las tiene, si es que las tiene, sino simplemente para exponer un hecho que indica que nuestra sociedad montañesa, en general, es tan indiferente y tan apática hacia la salvación de nuestra riqueza monumental que, desde arriba abajo, cultos e incultos, pobres y ricos, mandantes y mandados, nadie, en una palabra, siente el menor deseo de defender los nobles testimonios de nuestro pasado.

  Se trata de la pequeña, humilde y rústica ermita románica de San Miguel de Olea, que la devoción y el buen gusto popular del siglo XII levantó en este bellísimo rincón de Valdeolea, y que hoy, por el tiempo y el abandono, está en trance de perecer irremisiblemente. La ermita es de una sola nave, con arco triunfal que apoya en capiteles historiados representando, una lucha de caballeros y una combinación de animales sumamente interesante. Un Cristo tallado en piedra, también románico, adorna uno de los muros de la iglesia, y estos crucificados románicos no son tan abundantes como para menospreciarse.

  Pues bien, la ermita de San Miguel se parte como un trozo de pan, se hiende en el centro con una herida sangrienta que desde hace años está gritando y anunciando su próximo fin irremediable. El cura párroco, el alcalde y los vecinos del pueblo vinieron un día – varios días, para ser más concreto- a decirme que estaban dispuestos a trabajar en concejo gratuitamente para arreglar su ermita y que pedían una ayuda solamente para evitar que la iglesia se hundiese para siempre. Les dije que Bellas Artes no podía entregar nada porque la ermita no era monumento nacional y el presupuesto de esta Dirección General sólo puede justificar obras en monumentos de esta categoría.

  ¿Quién puede salvar esta ermita que, aunque pobre y humilde, es un patrimonio indudable de arte e historia? Sabemos que no puede ser declarada monumento nacional, pues entonces tendrían que declararse todas las iglesias románicas de España, pero ¿no puede declararse monumento provincial? ¿No es a nosotros, los santanderinos, a los que verdaderamente nos debe interesar salvar aquellas cosas que no teniendo valor o nivel absolutamente nacional, lo tiene, y mucho, para la historia, para las costumbres y para el amor humano y divino de nuestra provincia?

  El tiempo pasa y nadie acude a poner remedio a éste y a otros monumentos como éste, que se nos deshacen frente a nosotros sintiéndonos impotentes para evitarlo. El caso de la ermita de San Miguel de Olea es un caso entre cientos. ¿Dónde está nuestra responsabilidad provincial? Los vecinos quieren salvarla, ponen su trabajo, que es poner todo lo que tienen y lo que pueden. La lección que nos dan, que dan a esta sociedad inalterable e indiferente, es de antología y bastante digna, creo yo, de aprenderse y meditarse.

  Desde estas ondas de “Artes y Letras”, de Radio Nacional de España, lanzo en nombre de ellos, y en nombre de los únicos valores que se desprecian, porque gastan y no producen, un S.O.S. que pueda ser recogido por quien proceda, quiera o pueda: entidades oficiales, Cajas de Ahorro, empresas, particulares con sensibilidad y dinero. Unos vecinos quieren salvar lo suyo y lo de todos con aportación nobilísima de su trabajo gratuito. ¿No habrá nadie que pueda ofrecer trescientas o cuatrocientas mil pesetas para evitar la ruina segura de una ermita románica de más de ochocientos años de antigüedad? ¿Es que será preciso acudir también a “Los Formidables”?(35)

(35)Nota actual: Felizmente a San Miguel de Olea le llegó la hora y en 1998 fue restaurada por el arquitecto Javier González de Riancho, Y en su restauración apareció una estela romana dedicada a los dioses del Convento. ¡Una bella y artística compensación!

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