“Periodismo” no es “libelismo”

21 diciembre 1977


Ilustracicón G. Guinea
  Yo no me voy a meter con la prensa ¡Dios me libre!, la primera potencia actual en estos momentos en que se puede decir lo que se quiere. Cuando esta libertad se toma, como es lo normal, con responsabilidad y sentido moral, me parece, pero que muy bien, la posibilidad de expresarse sin mordazas. Lo triste del momento presente es que el destape ha traspuesto los horizontes de lo sexual y se ha encarnado también en el desenfreno de las tergiversaciones, y de las interpretaciones a gusto y beneficio del consumidor, que en este caso suele ser siempre algún incipiente periodiquero de tres al cuarto que incapaz de hacer comentarios serios, veraces y enjundiosos, que son los que poco a poco, con inteligencia y trabajo, van dando fama a una pluma, a un escritor, prefiere tirar por el camino más fácil y corto del libelismo y, con muy poco esfuerzo y ninguna necesidad de poner en activo su sustancia gris, consigue excitar esa vena de comadreo que en el fondo, ¡ay!, todos la tenemos escondida a poco que hurguemos debajo de la piel de nuestras más solemnes convicciones. Humano es ser humano, y no puedo criticar ni denostar los defectos que, por la imperfección del hombre, son sustancia misma de él. Pero lo que resulta intolerable, y desde luego nada edificante, es que, por intentar hacerse un nombre o por cubrir las dosis de escándalo que ahora alguno de estos pobres periodistas estiman imprescindible para su subsistencia, declaren desvergonzadamente la guerra a la verdad, y encubriéndose en inclinaciones políticas de uno u otro sesgo, interpreten los hechos, sin ningún rubor, arrimando el ascua a la sardina de sus propias conveniencias o de las de aquellos que subterráneamente a ello les incitan.

  Si seguimos así, ciertamente, el periodismo serio, consciente y de altura, que es el único que puede llamarse con verdad periodismo, no tardará en caer; si continúa proliferando la desfachatez incontinente de estos francotiradores del libelo, en un auténtico y zarrapastroso guirigay de portería, cosa que es evidente, ha de decir muy poco de la responsabilidad y la conciencia del periodista.

  Elemental es, en el código moral de éste, cuando se emite un juicio sobre un hecho o una circunstancia discutida, informarse de las razones expuestas por ambas partes. Cuando, ya preconcebidamente, sólo se escucha a una, porque ella está más cerca de sus más o menos bastardos intereses, el daño que a la justicia y a la verdad se está haciendo es difícilmente perdonable. La sociedad, el pueblo, uno de cuyos sumandos es quien esto habla, está expuesta a juzgar equivocadamente a una persona o a un hecho, como consecuencia de la inconsciencia o de la mendacidad de estos pseudos pontífices de la letra impresa. Felizmente, nosotros podemos decir ahora lo que pensamos y creemos. Y ello es, queridos radioyentes, que si en vuestras manos cae por curiosidad normal, algún periodicucho excesivamente partidista, demoledor y sospechosamente seguro de todo lo que dice, toméis todo ello a beneficio de inventario, porque lo primero que deberéis conocer, para suponer algo de verdad, es la categoría moral y responsable de quien lo escribe(94).


(94) Nota actual: Bueno, sigue el libelismo llenando revistas, radios, periódicos y televisiones. Las vidas privadas más absurdas, se están haciendo dueñas de tertulias francamente vergonzosas, que ocupan espacios prolongados en todas las emisoras. El triunfo de lo hortera es total y el asalto a la educación no tiene controles. Pregunto ¿No obliga el Estado a la educación y enseñanza de los niños? ¿Por qué no exige también que no la pierdan cuando sean mayores? ¿No ven los señores gobernantes que, en estos casos, la libertad del negocio está muy por encima de la libertad de expresión? Bueno, bueno, que cosas veredes, oiredes…y aguantaredes.

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