La riqueza artística e histórica de La Rioja

13 abril 1977

  La provincia actual de Logroño –ya que hemos dedicado alguna charla en este espacio a las riquezas artísticas de nuestras vecinas Burgos y Palencia- merece también un momento de atención en este aspecto y en el histórico, ya que durante los siglos medievales, y en una ocasión, aunque corta, gran parte de nuestra provincia santanderina dependió del reino de Navarra y tuvo mucho que ver con las directrices emanadas en otro tiempo de la zona, sobre todo, de Nájera. Esta villa, situada en las márgenes del río Najerilla, fue considerada, por algunos autores, como la gran metrópoli política de los Duques de Cantabria, y aunque ello quede incierto, sí representó un foco de directrices sobre nuestra Trasmiera, pues el principal monasterio del Santander oriental, Santa María del Puerto de Santoña, estuvo durante siglos dependiente del benedictino de Nájera.

  Las tierras de Logroño –Rioja, Bureba- han tenido la virtud de amalgamar dos sentidos distintos, que hoy llamaríamos regionalistas, que son los de la vieja Castilla y los de Navarra. Adelantados de Castilla hacia la cuenca del Ebro medio, los campos riojanos y najerenses, pasaron a añadirse a la corona castellana a partir de 1076 y, desde entonces, Nájera se convirtió en la residencia más constante de los reyes castellanos, desde Alfonso VI hasta Alfonso VIII, que les concedieron fueros y privilegios.

  Mucha de la historia de España tiene, en esta bella región, su nacimiento. El camino de Santiago la cruzaba de Este a Oeste, con etapas tan importantes como la propia Nájera y Santo Domingo de la Calzada. En innumerables puntos hay recuerdos de todo el viejo pasado hispánico, de la creación del idioma castellano, y de episodios y acontecimientos trascendentales para la cultura y el pensamiento español. El monasterio de San Millán de la Cogolla, el de arriba, arcano rincón de una espiritualidad iniciadora de tantas consecuencias, y el de abajo, pieza arquitectónica y museo de medievales obras de arte. Tricio, viejo asiento romano, que todavía hoy ofrece bajo sus campos restos de cerámica y enseres testimoniadores de un momento álgido de vida y cultura. Ezcaray, con iglesia gótica de bella portada y retablos dignos de una catedral. Cañas, con su monasterio benedictino, casi olvidado, que encierra uno de los sepulcros góticos más impresionantes de nuestra escultura funeraria, el de Doña Urraca López de Haro, limpio, casi recién salido de la talla, con sus cortejos funerarios, y las tocas curiosísimas de las monjas de la orden.

  Pero, sobre todo, Santa María la Real de Nájera, cabeza visible, por devoción y por arquitectura, de todo el contorno. Se levanta el monasterio pegado a una roca saliente, vinosa, como el color de las uvas de esta famosa comarca. Es una roca blanda, arenisca, que se trabaja fácilmente, y en donde desde antiguo se abrieron capillas, ermitas o habitaciones rupestres. La virgen que da nombre a la abadía –antes benedictina, ahora franciscana- tiene también su leyenda. Fue hallada al parecer en 1044 por el rey Don García, el de Nájera, el mismo que dio fueros a Santa María del Puerto, en Santoña. Impresiona el claustro, cuyas paredes se cubren de sepulcros de la nobleza castellana y navarra, y la iglesia con su coro gótico flamígero y los panteones de los reyes y de los infantes del reino de Nájera-Pamplona. Allí duermen, bajo la piedra renacentista, el fundador del monasterio Don García, hijo de Sancho el Mayor. Aquí descansa quien dominó Rioja, Navarra, Vascongadas, parte de Santander, Burgos, Soria, Zaragoza y Huesca. Bermudo III de León, que murió en la batalla de Tamarón en 1037; la hija de Fernán González, conde de Castilla, Doña Urraca; Doña Sancha, hija del emperador Alfonso VII, y otros muchos personajes, como Doña Blanca de Navarra, madre de Alfonso VIII, cuyo sarcófago es una joya románica de finales del XII. Todos duermen el mismo sueño, bajo las bóvedas de Santa María la Real, uniéndose en la muerte –para así disolver en ella las infantiles aspiraciones regionalistas- miembros de las casas de Castilla, León, Navarra…Nájera es así el emblema de la unión de todos los pequeños apartados en un solo conjunto, que es España. Bien vendría, a quienes se piensan que las independencias regionales son derechos usurpados recientemente, que vean en Santa María de Nájera reunidos, en un solo monasterio, a muchos representantes, desde la Edad Media, de las distintas direcciones que ya entonces iban creando una idea de unidad que ahora tontamente intentamos volver a disgregar.

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