10 de marzo 1976
![]() |
Ilustración G. Guinea |
Por la prensa me entero de que tres entusiastas cántabros, descendientes directos –sin duda- de Corocotta, intentan promover una asociación política con el nombre de “Cantabria Unida”, y cuya finalidad, muy compleja, parece se cimenta, sobre todo, en base a una “concienciación” de nuestra peculiarísima, al parecer, manera de ser, sentir, pensar e incluso nacer, en relación con el resto de los demás españoles. En principio no me parece mal el nombre de la asociación, aunque excesivamente difícil de pronunciar. Eso de “Cantabria Unida” parece que lo he oído alguna vez, pero me cuesta, ciertamente, vocalizarlo. Será, seguramente por falta de costumbre.
Pero, aparte el nombre, “sueño de una noche de verano”, resultan pintorescos los principios programáticos de la recién nacida asociación que, naturalmente respeto, pero que no puedo dejar de comentar por sus peregrinos, para mí, criterios.
En primer lugar pienso que es bastante absurdo –y sigo diciendo siempre en mi opinión- intentar crear una singularidad regional partiendo de un nombre o haciendo hincapié en el valor de un nombre. Si ciertamente los santanderinos somos una entidad diferenciada en el concierto de las regiones españolas, creo que lo seguiremos siendo siempre, tanto con el título de Santander, La Montaña o el Bastón de Laredo.
Remontarse, por otra parte, a buscar nuestra peculiaridad hasta los tiempos prehistóricos, me parece un poco extravagante, por no decir ilegítimo, pues los remotísimos habitantes de estos bellos valles y montañas donde ahora nosotros vivimos no se diferenciaron en nada de los otros hombres paleolíticos que ocupaban las cuevas de Asturias, Vizcaya o Guipúzcoa, al menos que sepamos, y, naturalmente, jamás tuvieron conciencia de un regionalismo a la actual usanza.
Pero hay más cosas todavía que apostillar en los llamados estatutos de la asociación. Se habla en ellos de “nuestras desconocidas y arcaicas voces” o del “estudio estructural del antiguo idioma autóctono”. Y esto me sorprende extraordinariamente pues, la verdad, a pesar de que he leído varios trabajos de los profesores Tovar, Caro Baroja, Mª Lourdes Albertos, etc., que han estudiado las lenguas prerromanas de España, jamás, porque nada existe que pueda dar pie a ello, han dicho nada de la estructura de nuestro viejo idioma, y creo –a no ser que alguno me asegure lo contrario- que en ninguna cabaña de nuestras montañas se habla todavía, como residuo, el ancestral idioma cántabro. Y mejor es no meneallo, pues, en último término, a lo mejor nos encontramos con que nuestros bien queridos antepasados cántabros hablaban el primitivo idioma que hoy todavía conservan los vascos.
Otra cosa a que hacen referencia los estatutos de “Cantabria Unida” es a los pretendidos “valores somatológicos de los cántabros”. Aunque no sé muy bien lo que quieren decir con esto de “valores somatológicos”, me suena a que aspiran a diferenciar nuestros cráneos, exaltándolos, como algo superior a los cráneos de nuestros vecinos, ignorando quizás que si alguna vez los cántabros tuvieron una constitución claramente diferenciativa, no creo que ahora, después de tantos siglos de mezclas, podamos comparar nuestras cabezas y encontrarlas distintas de las de los vecinos de Ponferrada, pongo por ejemplo.
A la altura de nuestra historia actual, la peculiaridad de los montañeses –o cántabros si quieren- no se puede buscar ni en la prehistoria, ni en la Cantabria prerromana, ni mucho menos en la somatología o el idioma. Podemos, sí, rastrearla en las costumbres (cada vez, ciertamente, más igualadas), en el folklore, en la historia más próxima en donde puedan hallarse lazos de conexión todavía perceptibles y auténticos, y, sobre todo en un deseo común de futuro, mucho más que en romántico e ilusorio afán, más arqueológico que real. Y no soy sospechoso de fobias a la arqueología. Pero las cosas no pueden sacarse de quicio para querer presentar algo que, en realidad, no existe. Y no digamos nada de eso de los cinco apellidos cántabros que es preciso mostrar como aval para ingresar en la orden de la “Cantabria Unida”. ¡Muy difícil nos lo ponéis, amigos! Y además, ¿dónde se ha publicado el Corpus de los apellidos cántabros?. Resulta un poco infantil hablar de tanto como se desconoce y querer anclar nuestras ilusiones futuras en el misterio. Si se habla de Mar de Castilla, si nos visita un turismo castellano, si nuestra historia desde épocas un poco más recientes es común, si hablamos y colaboramos a crear el castellano, ¿no está bien clara cual es nuestra verdadera región? Lo demás suena a exhumaciones obligadas para bailar al son del pandero regional que ahora se toca aunque para ello tengamos que presentar una absurda mascarada que no responde, en absoluto, a una realidad actual. Descender, todos descendemos de Adán y Eva. Y, desde luego, no pienso que a nadie se le ocurra regionalizar el Paraíso(41).
(41) Nota actual: Pronto empezaron, como vemos por la fecha de la charla, los problemas de los regionalismos y los intentos en realidad separatistas, de resucitar viejas intenciones de acabar con la organización territorial de las provincias. Movidas por los deseos de minorías que buscaban unirse, para sacar de un coma de cuarenta años las mismas cuestiones desunidoras con las que se despidió la segunda república (como si el largo paréntesis de la dictadura franquista no hubiera existido): el anticlericalismo, el espíritu de las fracasadas revoluciones filo comunistas (1933, Casas Viejas y 1934), los deseos separatistas de Cataluña y el País Vasco, etc., el regionalismo fue ahora revivido incorporándose aspiraciones políticas, que no tenía cuando nació a finales del siglo XIX, basado tan solo en aspiraciones culturales tradicionales y sentimentales (valoración del paisaje).
Este tipo de regionalismo novecentista era el que existía en nuestra provincia santanderina (Pereda, Menéndez Pelayo, etc.) cuando estalló la guerra del 36. Pero en 1975, se contagió con el deseo nacionalista de los grupos separatistas, catalanes, vascos y gallegos, y surgió la absurda querencia, que comento y critico humorísticamente en esta charla, de buscar en los cántabros una identidad totalmente original, y un casi casi racista, intentando crear un idioma y seleccionar por apellidos.
0 comentarios:
Publicar un comentario