El ya famoso individualismo santanderino

03 agosto 1977


Palacio de Riva Herrera
  Aprendamos de otros. Aprendamos de nuestros vecinos palentinos que con una visión mucho más comunitaria en la defensa de sus valores, sin aspavientos racistas o regionalistas, como nosotros, saben (lo que nunca hemos conseguido los montañeses) agruparse para empresas solidarias, y no para esnobismos meramente demagógicos que ahora queremos sacarnos de la manga en contra de la historia, de la economía y del más elemental sentido común, que de prosperar- como parece se intenta- han de abocarnos, sin duda de ningún género, al aislamiento más supino y menos inteligente que jamás ha inventado el hombre montañés.

  Porque en vez de buscar voluntariamente encerrarnos en los límites –ya disminuidos por otra parte- del prehistórico pueblo cántabro, lo que necesitamos es confraternizar con nuestros vecinos del sur, hacernos unos en la fuerza, y no inventarnos regionalismos forzados que nos obliguen en el futuro a tirarnos al mar de cabeza.

  Y digo que aprendamos en la defensa de nuestros valores, que los tenemos, desde luego, con banderas prefabricadas o sin ellas, no buscando con farol o lupa lo que nos separa de nuestros hermanos históricos de Castilla, y voy a decir casi nuestros hijos, pues Castilla fue una aventura que se inició en nuestros montes, y a la que vergonzosamente queremos renunciar, sino que luchemos por los problemas reales y patentes, que existen muchos, en vez de crear entelequias que más se afirman como esnobismos pueriles que como justificadas aspiraciones. Reunámonos los montañeses, no para inventarnos un idioma cántabro, que no existe, o para esgrimir supuestas razones de peculiaridades segregacionistas, porque así lo que realmente estamos haciendo no es reforzar nuestras auténticas reivindicaciones, sino separarnos aún más, dividirnos en “castellanistas” y “cantabristas”, y, por lo tanto, escindir nuestra reducida unidad, que hasta me hace pensar si no es eso, en el fondo, lo que se pretende.

  Aguilar de Campoo, nuestra vecina villa palentina, de la que nos separarán sin duda el día que nos establezcamos como región todopoderosa, ha conseguido reunir a todo su pueblo en algo que, nosotros tan progresistas y avanzados, no hemos conseguido jamás. Los ha unido para algo tan simple, pero tan sintomático, como es la defensa de un monasterio y la restauración de sus ruinas, algo suyo hundido en la historia, realmente en peligro de desaparecer, y al que comunitariamente quieren salvar. Aguilar de Campoo ha creado una sociedad de vecinos para un caso muy específico, muy concreto, que está ahí pidiendo socorro, sin andarse por las ramas de conceptos genéricos y necesitados de explicaciones. Y esta sociedad, por sí misma, con sus aportaciones y sus organizaciones, con su ilusión y su deseo limpio –que es el que siempre une y jamás separa- va a sacar adelante la restauración del monasterio de Santa María de Aguilar. ¿Cuándo nos unimos los santanderinos, para aportar nuestra propia ayuda, nuestra propia colaboración, nuestro trabajo, en casos como la salvación de nuestras casonas, de nuestro patrimonio artístico y arqueológico, de nuestras instituciones culturales? Yo no recuerdo desde que vivo en Santander, capital, que se haya unido el pueblo para salvar, por ejemplo, las ruinas de Pronillo. ¿Quién clamó en su día, de una manera colectiva y popular contra la proyectada autopista que iba a pasar entre las cuevas de Altamira y Santillana?
  Aguilar de Campoo, y solo para su monasterio, crea una Asociación de Amigos y organiza toda una semana cultural, del 29 de julio al 7 de agosto, para poner en evidencia la necesidad de salvar el monumento.

  Sólo cuando, de verdad, veamos un Santander preocupado colectivamente por sus necesidades concretas y palpables, creeremos en un despertar de conciencia total para otros principios más generales y abstractos. ¿Qué movimiento hubo de protesta cuando se cercenó, sin ninguna razón, la Institución Cultural de Cantabria, que estaba en primerísima línea por sus actividades, publicaciones, trabajos y proyección popular? El movimiento se demuestra andando, el interés por los valores y necesidades de una provincia se demuestra, también, con una actuación directa y valiente en la denuncia de hechos injustos o en el apoyo a motivos, problemas o actos realmente vigentes y de obligada urgencia. Vivir de conceptos que se tienen forzadamente que ir creando, que no están en la problemática actual, que son más bien complicaciones, es, como tantas veces, irnos por ahí de romería.

  Y esto es lo que desgraciadamente hacemos mucho los montañeses, preocuparnos de aquello que ni debería plantearse y dejar, por el contrario, sin solución ni interés por ello, lo que de verdad se nos presenta como algo necesario de defender o de cuidar(83).


(83) Nota actual: Quise, con esta charla, manifestar un defecto que se nos achaca, y que yo creo que es cierto, de falta de unidad social en muchos momentos en los que deberíamos actuar conjuntamente, y sin embargo, por esta timidez o irresolución, preferimos apartarnos del asunto. Nosotros mismos lo comentamos muchas veces. Tenemos una acusada pereza a complicarnos nuestra existencia individual por si el caso comunitario pudiera afectar a nuestra tranquilidad. Yo no sé si es un defecto o el resultado de la experiencia de un pueblo viejo que ha aprendido mucho, pero la consecuencia, es una falta de cohesión social que muchas veces nos deja aislados e impotentes para solucionar problemas que deberían ser resueltos o protestados en colectividad.  Como ejemplo de insolidaridad e indiferencia, yo he puesto dos casos que me afectaron: el de la destrucción de la Institución Cultural de Cantabria cuando estaba en su momento de mayor fuerza, o el de la urbanización que rodeó el palacio de los Riva Herrera en Pronillo. En ninguno de los dos casos, que se referían directamente a nuestro patrimonio cultural hubo una respuesta colectiva de protesta. En el caso de Pronillo, durante tres años seguidos en una comisión del Ayuntamiento a la que yo pertenecía, por mi cargo de Consejero de Bellas Artes en Santander, rechacé el que se construyera el proyecto de un arquitecto que pretendía cercar las ruinas con una muralla de casas y viviendas que destruían la belleza de un monumento histórico de nuestra capital. Pocos meses después de dimitir yo de mi cargo de Consejero, fue aprobada la “gran pantalla” que ahora las oculta. Tampoco hubo protesta pública. . .Normal.

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