17 de diciembre de 1975
Santillana del Mar, queridos radioyentes, se ha llevado el primer premio en el Concurso nacional convocado por la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural entre aquellos conjuntos monumentales que hayan puesto mayor interés en la conservación de sus elementos arquitectónicos e históricos. Y el premio ha sido nada menos que de diez millones de pesetas, buen pellizco que nos alegra como santanderinos y como entusiastas de esta inigualable villa de Santa Juliana. Cuando uno se ha pasado tantos años defendiendo –muchas veces cercado de incomprensiones- la belleza de un pueblo orgullo de nuestra Montaña y admiración de gran parte del mundo, parece natural que nos sintamos un poco partícipes en el éxito de este premio. Pero él nos alegra, sobre todo, por el pueblo de Santillana, los buenos y a veces pacientes vecinos que han tomado conciencia de la riqueza monumental y etnográfica de que son depositarios. Ellos, con su plena comprensión a las exigencias imprescindibles para esta conservación, han hecho posible este reconocimiento nacional a sus desvelos y a sus no pequeños sacrificios. Santillana está salvada, creemos que para siempre, gracias a esta disposición ya bien consciente de los santillanenses. Para ellos, pues, nuestra primera felicitación y nuestro agradecimiento. Dirigido el pueblo por su activísima alcaldesa, Blanca Iturralde, siempre dispuesta a todo lo que en bien de Santillana redunde, a ella dirijo mi segunda felicitación. Desde que hace unos años se instituyó como cabeza política y administrativa de la villa ha sabido, inteligentemente, compaginar su trabajo con las obligaciones ineludibles que el conjunto histórico artístico precisa. Sin duda esta ha sido la principal causa que ha originado el alcance del premio. Ella se ha sometido, como otro vecino más, a las normas oficiales dictadas para la conservación del pueblo, y ha preparado con la colaboración de Ángel Cebrecos y Fernando Zamanillo un espléndido dossier de realizaciones que ha llevado a la villa de la Colegiata, una vez más, a figurar por obras positivas en toda la prensa nacional.
Santilla del Mar puede considerarse como una de la villas monumentales de España que menos ha sufrido por postizos o desórdenes urbanísticos, conservando el mismo aspecto que los siglos y la historia la fueron configurando, y ello manteniendo la vida diaria y normal, aldeana y ganadera. No es pues un museo, sino una verdadera vivencia donde el hombre sigue activo caldeando, con su presencia ininterrumpida, el esquema de tanto escudo y de tanta solana floreada. El milagro de Santillana es haber sabido conjugar la vida y el recuerdo, el presente y el pasado, o mejor haber logrado mantener el cofre viejo donde, sin menoscabar el pretérito, se van creando las ambiciones al futuro. Todo es compatible, y Santillana lo ha demostrado. Se puede mantener lo viejo y el recuerdo de las generaciones precedentes sin paralizar las aspiraciones que solicita la vida moderna. Cuando existe un auténtico deseo de respetar el arte y la historia no por ello se ha de detener el progreso, porque la cultura tiene sus exigencias pero también sus soluciones. El confort puede muy bien instalarse dentro de los nobles muros, y estos no perder el encanto con que les fueron cargando los siglos. Entre tanta desdicha y tanto destrozo del que estamos siendo testigos en muchos pueblos de España, reconforta todavía ver a Santillana casi intacta, sin perder el atractivo de sus humildes casas o de sus altisonantes blasones. El respeto es ya una norma aceptada con auténtica comprensión por parte del vecindario de la ilustre villa. Ellos son los primeros en defenderla porque saben muy bien que el valor de Santillana es su permanencia como tesoro de arte y de poesía. Estoy seguro que el premio nacional que reciben se aplicará a conseguir aún más pureza en el ambiente histórico de la villa. Todavía existen detalles, como los tendidos eléctricos, las antenas de televisión, por ejemplo, que poco a poco deberán ocultarse, cueste lo que cueste. Así como la entrada de coches en sus típicas calles que han dado a Santillana el mote de ser el más bello garaje de España. Cuando esto se vaya solucionando estoy seguro que la villa de Santa Juliana recibirá el premio más considerable y valioso que se merece, el de la admiración y el asombro de la cultura universal(31).
(31)Nota actual: Este Santillana del que hablo en 1975, no es el mismo que en la actualidad existe. Han pasado muchos años. En las décadas del 60-70, tanto Blanca Iturralde, como yo, en mi cargo de Consejero Provincial de Bellas Artes, pusimos todo nuestro empeño en defenderla del voraz asalto del turismo que la pudo desvirtuar en su principal valor de reliquia medieval, que hizo a Sartre considerarla uno de los más bellos pueblos de España. Recuerdo, como ejemplo, que el buen alcalde de entonces, se enfadó conmigo porque me decía que ¿Por qué Santillana no podía ser como Suances?, ante la imposibilidad absoluta de levantar pisos en las casas, ya que muchos vecinos pretendían hacerlo para cumplir sus deseos de alquiler. . . Entonces, también se pretendió hacer un hotel de cinco pisos modernos en la misma entrada de Santillana (ya aprobado por el arquitecto de Bellas Artes), y, al menos conseguimos, para no romper el ambiente rural, y con la buena aceptación de los propietarios, traer una casona solariega del XVII-XVIII en ruinas, para su fachada, que se asimilase a otras monumentales que conserva la villa.
Hoy, Santillana ha perdido parte de sus encantos. La multitud de objetos que se permiten colocar en sus fachadas, la han convertido en un mercado de cualquier cosa, e incluso algún edificio construido ilegalmente deberá ser demolido.
Hoy, Santillana ha perdido parte de sus encantos. La multitud de objetos que se permiten colocar en sus fachadas, la han convertido en un mercado de cualquier cosa, e incluso algún edificio construido ilegalmente deberá ser demolido.
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