14 octubre 1975
![]() |
Ilustración G. Guinea |
Algunas veces me han pedido –desde muy diversos puntos- concretase en pocas líneas, en resumen escueto y utilitario, cuales eran –o son- los monumentos más primordiales de nuestra provincia y cual su importancia, de manera que pudiese establecerse en ellos una especie de prelación en cuanto a su interés histórico y artístico. Mi contestación ha sido siempre la misma: No existe una clara graduación entre ellos, porque al valorar sus recuerdos o sus restos existentes, cada uno, por reducido o pequeño que sea, siempre significará un importante testigo de un pasado. Este interés por señalar categorías suele estar arraigado desde nuestros estudios primarios cuando se nos exigía, quizás demasiado a la ligera, los nombres de los más destacados monumentos y se nos hacía ver, por ejemplo, que la catedral de Burgos era una obra que por su tamaño, decoración, etc., valía más que la iglesia de Lebeña, pequeña y pobre.
Hoy no se ven ni se juzgan las obras artísticas por su tamaño o por la dificultad de su ejecución, sino por lo que significan como testimonios de las culturas pasadas, como ejemplos todavía vivos de un modo de sentir de una determinada época. De aquí que, poco a poco, se vayan incluyendo en la defensa estatal no sólo los edificios de apariencia magnífica sino aquellos más humildes pero que guardan las características de su época. Así vemos que lo mismo se protege una cueva con pinturas prehistóricas que una pequeña y rural iglesia románica; una fachada barroca o una simple casa de pueblo, típica de un momento y de una clase social determinada. Últimamente sabemos que, en este aspecto, se han declarado monumentos nacionales todos los hórreos asturianos, pese a su simplicidad y a su pobreza, e igualmente a la arquitectura moderna que encierra unas determinadas características de estilo y conjunto.
Va este preámbulo en vista a hablar, aunque sea por encima, de nuestro Paseo de Pereda, de las edificaciones que lo forman, unidas todas por una línea de época, que es la que da a nuestra conocida avenida ese aspecto particular y atrayente. La prensa ha aireado estos últimos días, con intervención incluso de conocidos arquitectos, el proyecto de modificar las fachadas del citado paseo en la altura de sus pisos inferiores y, por lo tanto, en la apariencia externa de sus vanos y balcones o miradores. Se ha justificado el arreglo diciendo que ello se realizará sin elevar la altura total de las casas, con lo que la sinfonía del Paseo de Pereda quedaría salvada; pero esto a nosotros, y a otros como nosotros, no nos convence. Al modificar la fachada incorporando variaciones, ¿es posible dejarlas tal como ahora las contemplamos y disfrutamos? Mi sospecha es que no, que las casas tienen que perder necesariamente el aspecto que las hace características de una época y, por lo tanto, su valor como testimonio de esa sensibilidad pasada a que nos referíamos. No es el Paseo de Pereda valioso culturalmente por la uniformidad de altura de sus edificaciones, sino por el espíritu que conjuntamente se conserva en él de ese Santander pretérito que es imprescindible mantener.
Por ello tenemos obligación de recordar a quienes han realizado el proyecto, o simplemente pensado en él, que mediten y se aseguren de que, con la reforma, deberá de quedar intacto el aspecto actual y externo de las edificaciones, no sea que nos transformen nuestro Paseo en algo que parecerá construido en 1975, borrando para siempre el encanto del Santander de los últimos veleros, de los primeros vapores, de la Corconera, de los nostálgicos ambientes peredianos, etc., y ya, de todo ello, bastante hemos perdido con el incendio(24).
(24)Nota actual: Nuestro Paseo de Pereda, no ha sufrido mucho. Estos 36 años le han dejado más limpio, más al día. Le salvó, sin duda, el ser considerado Bien Cultural. Apenas se han tocado las fachadas y todavía conserva ese aspecto que tanto recuerda el Santander de fines del siglo XIX. Sólo le falta, frente a él, algún velero.
0 comentarios:
Publicar un comentario