El centenario de Altamira

27 marzo 1975

   Este año de 1975 se cumple el centenario del descubrimiento de la cueva de Altamira como yacimiento prehistórico. Fue el verano de 1875 cuando D. Marcelino Sanz de Sautuola visitó por primera vez la que después habría de ser famosa cueva de Altamira, en las proximidades de Santillana del Mar. Hacía entonces siete años que el campesino Modesto Cubillas, de Vispieres, había dado ocasionalmente con la entrada, totalmente oculta por la maleza. Sautuola no tuvo tiempo hasta 1875 de ir a inspeccionar la nueva gruta y a realizar sus primeras excavaciones. Sabemos que en esta visita, ya centenaria, vio algunas pinturas en negro de las salas más profundas, pero no les dio importancia por su carácter poco realista, sólo a base de puntuaciones. Ciertamente, Altamira entraba en la historia de la prehistoria en este año, pero el gran descubrimiento de la bóveda de los bisontes polícromos, verdadero aldabonazo dado a la ciencia prehistórica europea, acaeció cuatro años después, en 1879, cuando D. Marcelino volvió de nuevo a la cueva acompañado por su pequeña hija María.

   De aquí que podamos considerar que desde 1975 a 1979 –estos cuatro años próximos- estamos en fase de celebración de actos conmemorativos del primer centenario de su descubrimiento ante fechas tan señaladas encaminados sobre todo a recoger una doble vertiente. De un lado a exaltar la importancia trascendental que para la historia de la cultura y del arte universal tuvo el hallazgo de Altamira. De otro, a recordar la ilustre figura de Marcelino Sanz de Sautuola, cuya intuición genial le hizo entrar por la puerta por donde sólo han pasado los grandes hombres y los grandes ingenios: la de la fama.

   Sautuola, que nunca hasta ahora, exceptuando el nombre que el Museo de Prehistoria dio a su Seminario, ha recibido un homenaje de agradecimiento ni por parte de científicos ni de autoridades, bien merece que, aprovechando esta plataforma del centenario de su extraordinario descubrimiento, vuelva a la actualidad, y se muestre al mundo, a la ciencia y a las gentes, la categoría de su personalidad, el valor de sus previsiones y la trascendencia del hallazgo que dio a Occidente, las primicias del nacimiento del arte.

   Bien estaría que el Patronato de las Cuevas Prehistóricas organizase para estos cuatro años, que han de culminar en 1979, una serie de actos, publicaciones, conferencias, estudios, etc., que vengan a proclamar internacionalmente el valor de un español que supo, con su amigo Vilanova, mantener por encima de toda oposición, por alta que viniese, su criterio acertadísimo de la fecha paleolítica para el gran conjunto de pinturas de Altamira.

   Porque, desde el momento de su hallazgo, Altamira fue un hito que ha ido engrandeciéndose en su significado conforme pasan los años. Gracias a ella, Santander fue elegido como escenario de muchas e internacionales experiencias científicas sobre la Prehistoria, y centro de atractivo para los grandes prehistoriadores europeos. Desde Altamira, Santander ha ido ocupando un puesto, de los primeros, en hallazgos y materiales del hombre paleolítico –gracias sobre todo al Padre Carballo- y hoy nuestra Prehistoria es, sin duda, una de las aportaciones más significativas a la cultura universal. Si en algo Santander es conocido y valorado internacionalmente es como foco primerísimo de esa época apasionante e inicial de la vida del hombre como especie.

   Hace también muchos años que yo vengo clamando por dar a Santander la altura que le corresponde por encerrar el conjunto de pinturas más espectaculares del hombre prehistórico, y por la categoría de sus yacimientos arqueológicos, conocidos universalmente. Santander es el lugar más idóneo para enseñar a los estudiantes, no sólo españoles, sino del mundo entero, esa etapa misteriosa que fue sentando las bases de las grandes civilizaciones. Por ello está pidiendo esa Facultad de Historia que pudiese contar con un Centro o Instituto Internacional de Prehistoria que ofreciese a Europa y a los demás continentes lo que estamos obligados a dar, por imperativo del Destino, puesto que de ello se nos ha entregado a manos llenas (3).

(3)Nota actual: Éstos fueron mis primeros “balbuceos” públicos para dar a conocer a todos los oyentes la importancia de las pinturas de Altamira y su transcendencia dentro del capítulo de los orígenes del verdadero arte.


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