Cultura y moral

17 de abril de 1975

Ilustración G. Guinea
   Intentamos el otro día relacionar dos términos tales como Cultura y Educación, haciendo hincapié en su, a veces, no concordancia, y tratamos también de recalcar cómo la Educación era algo mucho más valorable y necesaria que la propia Cultura, pues la sociedad que no la salvaguardase caería en la más absoluta imposibilidad de una elemental convivencia.

   Hoy vamos a hacer lo mismo con otros dos conceptos o valores. El primero es el mismo, la Cultura. El segundo será la Moralidad. ¿Hasta qué punto Cultura y Moral deben ir unidas? O, con más claridad ¿Existe relación o consecuencia entre el hombre culto y el hombre moral?

   Diremos primeramente, y para saber a qué atenernos, que consideramos aquí a la moral no en el concepto limitado y vulgar que atañe al sexto mandamiento, sino en el aspecto amplio y total de “La serie de normas, actitudes y conciencia que rige la manera de comportarse del hombre según unos principios que deben ser inalterables”. La definición es un poco para andar por casa, pero es suficientemente clara para entendernos. Destaca en toda ella una palabra “principios”, es decir algo establecido, por lo que sea, por costumbre, por religión, por experiencia social, etc., que nos obliga y que configura el talante convivencial del hombre.

   Parece obvio que si no existen estas “reglas de juego”, que la conciencia universal establece como implícitas en el derecho natural, la armonía entre los seres humanos no podría lograrse y el predominio estaría –como en el más atrasado salvajismo-de parte de la violencia, de la imposición o del engaño. No cabe duda que, en esto, la Historia de la Cultura ha ido poco a poco señalando cuales son los derechos respetables y respetados del hombre y que hoy se consideran indignas de persona humana muchas actitudes que en otras épocas –como la fuerza- parecían aceptadas.

   Pero yo me pregunto, ¿hasta qué punto la cultura ha conseguido moralizar más al hombre? ¿Somos, por decirlo directamente, más morales hoy que hace cien años? ¿La civilización nos hace más buenos o, simplemente, lo que hace es “aparentar” que somos más buenos?


   El hombre culto, que debería conocer mejor que nadie la escala de valores, ¿la conoce ciertamente o, si de verdad la conoce, la aplica? Son éstas las preguntas, las que requerirían cada una un estudio detallado, y hasta estadístico, del problema. Pero lo que sí podemos afirmar es que la decencia del hombre actual en sus actuaciones (y el grado de decencia viene medido por la proporción menor de daño que su egoísmo o sus pasiones producen en sus semejantes), no es precisamente para ponerlo como modelo y que la cultura no ha incidido en él profundamente como para llegar a corregir su naturaleza siempre indómita y pervertida.

   Estamos cansados, todos estamos cansados –tú, radioyente que me escuchas, y yo y el vecino de enfrente- de saber que la cultura es incapaz de eliminar la calumnia envilecedora, el orgullo desmedido, la envidia capaz de destruir todo respeto, el afán de lucro sin límite ni cortapisas aunque provoque ruinas y auténticas tragedias...Y todo ello en ámbitos que muchas veces presumen de cultos y en personas cuyo nivel aparente de cultura ni siquiera dan pie a imaginar actuaciones semejantes.

   Pero es que, desgraciadamente, nuestra civilización, al perder todo arrimo y todo asubio a ideas algo más transcendentales que las fríamente materialistas, está cada día embruteciendo más la conciencia, la individual y la social, y lanzando palabras sólo de bien que se las lleva el aire. Luego los hechos son otros, porque lo que nuestro mundo hace, eso sí, maravillosamente, es disimular sus lacras con entusiastas y atractivos sueños, como democracia, diplomacia, tacto, prudencia, etc. Ahora ser inteligente y moral ya no es como antes serlo, sino simplemente aparentarlo. La verdad desnuda es mejor dejarla bien tapadita, por pornográfica(6).


 (6)Nota actual: Bien se ve que en este año final de la dictadura, ya el sentido materialista de la vida estaba arraigado. Mi concepto de la moral, hoy y siempre, nada tiene que ver con lo que ahora se conoce como “moralina”; yo creo que ésta es una manera de minimizar o ridiculizar el respeto, la seriedad y la transcendencia de la verdadera moral, que es absolutamente necesaria para la convivencia.
Ahora en 2011, ya se ven las consecuencias de lo que yo ¡hace 36 años! preconizaba. Ahora ya se exige “que la intelectualidad clame por una regeneración moral”. Mi pobre intelecto, ya lo estaba advirtiendo en mis charlas, pero entonces el “progreso” todo lo justificaba.




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