27 septiembre 1978
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Ilustración G. Guinea |
La demostración de la cultura de un pueblo no viene sólo determinada por la desaparición de los analfabetos, ni por el número de representaciones teatrales o musicales que a lo largo del año tenga esa sociedad, ni siquiera por el tanto por ciento de lectores de libros que existan. En cosas mucho más simples y vulgares, más de cada día, puede un pueblo reflejar su “tercer mundo” cultural, su falta de nivel de educación y de sensibilidad, su larga distancia en llegar a una meta decente de instrucción cívica.
Un solo detalle, a comprobar fácilmente por cualquiera, a pocos metros de salir de su casa, puede indicarnos que los españoles estamos muy lejos de ser un pueblo a nivel europeo, por muchas estadísticas y complacencias que para hacérnoslo creer suelen enjaretarnos.
Lamentable es, mis queridos radioyentes, el caso de las basuras, de esos desperdicios naturales que toda vivienda y toda familia acumula cada día y que es necesario hacer desaparecer. La situación en este sentido, en todos los pueblos de España, en general, es verdaderamente vergonzosa y caótica. Día a día vamos comprobando que acabaremos, si las autoridades no lo remedian, sepultados por la basura. El problema es ciertamente acuciante. Cualquiera de mis oyentes estoy seguro que lo sabe y lo sufre. ¿Dónde van a parar la mayor parte de los residuos de nuestros pueblos? ¿Dónde van a parar los botes de plástico, las latas de conserva, los desperdicios malolientes de sustancias orgánicas en putrefacción? La respuesta, la deducimos de un simple recorrido de algunos kilómetros a lo largo de nuestra geografía. Los vemos amontonados en las cunetas en las proximidades de los pueblos, lanzados sobre los ríos, al lado de las propias casas, quemándose, en el mejor de los casos, lentamente, no lejos de los caseríos. Da grima ver las orillas de nuestros ríos, antaño limpios, transparentes y bellos. Hoy son simples y abiertas cloacas de aguas sucias donde flotan objetos desechados, trapajos de repugnante aspecto, espumas amarillentas y pegajosas. Da asco ver esos vertederos que empiezan a la orilla misma de la carretera y caen entre las zarzas semipodridas hasta llegar a las aguas del arroyo, contaminándolo, destruyendo no sólo su limpieza sino su propia potabilidad.
Y yo me pregunto: ¿tan difícil puede ser hacer pasar un día o dos a la semana un camión por nuestros pueblos para recoger, de cubos previamente colocados, las basuras que ineludiblemente tienen que existir? Yo estoy seguro que ningún vecino se apartaría de colaborar teniendo en la puerta de su casa, y preparado, el depósito lleno de sus desperdicios. Así evitaríamos que fuesen estos arrojados a los sitios más inoportunos, destrozando la limpieza del paisaje a la que todos tenemos derecho y evitando espectáculos bochornosos. Yo sé, porque me lo han dicho, que si estas basuras van a estos lugares inapropiados, es porque no existe un servicio municipal o provincial de recogidas de basura, y claro es, que lo que los vecinos de los pueblos no pueden hacer, es comerse las basuras.
El recorrer los bordes de los ríos antes envidiables, como el Besaya, el Deva, el Saja, resulta ahora triste y repugnante. Ya sé que no descubro nada nuevo, que ya todos lo saben, que todos lo sabemos, que a nuestros ríos los vamos matando poco a poco. Pero también sabemos que existen autoridades que deben evitar que esto suceda. Simplemente unos camiones, simplemente una red organizada de recogida de basuras. Si ni esto podemos hacer, debemos de irnos acostumbrando, y desde pequeños, a estos espectáculos lamentables todavía para quien conoció otra vida mucho más limpia y cuidada, que hoy, y gracias a un progreso a todas luces decadente y rechazable, ha sido desconsideradamente aniquilada. Si todo esto que con las basuras sucede, es una muestra de nuestra subida en el nivel cultural, a veces me pregunto si no sería mejor que volviésemos todos al analfabetismo, con tal de que con ello podamos seguir bebiendo, sin asco y peligro de muerte, el agua de nuestros ríos, que esto sí que es un alcance cultural, aunque no sepamos hacer una o con un canuto(114).
(114) Nota actual: Ya en 1975, en mis primeras charlas, creo que la del 24 de julio, ya me dediqué a comentar el problema de los desperdicios y basuras. Aunque en el comentario que hice a aquella charla en este presente año de 2011, ya advertía que este asunto estaba prácticamente solucionado, pero todavía, en 1978, la cosa estaba en su punto álgido, pues me obligó a comentar la situación que era, como vemos, absolutamente inaceptable.
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