24 de julio de 1975
![]() |
Ilustración G. Guinea |
La más elemental consecuencia de lo que podemos llamar un nivel normal de cultura es lo que conocemos vulgarmente por educación. Cuando una sociedad va saliendo del subdesarrollo debería, a la par, conseguir cotas cada vez más estables de civismo. En general, y vista aquella en bloque, suele suceder así, pero demostrado va quedando que la educación es más bien un resultado de la sensibilidad y no del nivel de vida. Y como la sensibilidad es algo más difícil de tener o de adquirir que un montón de billetes de banco, resulta que la educación no parece acabar de incorporarse de una manera claramente manifiesta a lo que hoy llamamos el fenómeno de las masas.
La masa en este sentido es terrorífica (como lo suele ser siempre, y en cualquier otro, la innominada muchedumbre) y sus demostraciones de bastedad y grosería parece que cada día se van haciendo más retadoras y dominantes. Yo creo (entre paréntesis) que una de las equivocaciones mayores de las sociedades actuales ha sido el facilitar las grandes concentraciones humanas, porque en ellas es donde se desarrolla mejor y más impunemente la mala hierba del descaro, el gamberrismo y la chulería. Cuando unos nos conocemos a otros –cosa que ocurría siempre en los pequeños ámbitos de las aldeas o de las reducidas ciudades- existe un cierto pudor y respeto en las actuaciones. Hoy, el anónimo es el mejor salvoconducto para el desenfreno y la brutalidad, y no digamos para algunos detalles que parecen insignificantes pero que dan la medida de hasta dónde estamos perdiendo el respeto a la sagrada libertad de los demás. Porque ahora se habla de ésta como si fuese sólo un derecho individual, sin tener en cuenta que es antes una obligación colectiva. La libertad no puede ser la expresión incontrolada de nuestros propios deseos, sino sólo la parte que nos corresponde en la ley universal del respeto.
Pena da –queridos radioyentes- ver, por ejemplo, nuestras playas sometidas a la despreocupación más indecorosa de sus usuarios. Y no me refiero, en lo de indecoroso, al tamaño de los trajes de baño, sino al hecho de considerar a las playas como basurero natural donde se tiran plásticos, botellas, papeles, cajas de metal y demás envoltorios, sin considerar ni lo más mínimo, el derecho a encontrarlas limpias que tienen otros bañistas. Y si nos vamos al monte o alguno de los prados que, por sus especiales características, tiene fuerza de atracción –caso del bello paraje de Riaño, en Campoo de Suso- el aspecto que, después de unos días de fiesta, dejan allí los desconsiderados campistas es desolador y denigrante.
Si, por desgracia, la naturaleza y el campo se nos van quedando pequeños, ante tantas avalanchas humanas, resulta indignante que lo que tiene fácil arreglo, como es el cuidado de su primitivo aspecto, lo menospreciamos olímpicamente por una simple y absurda razón de egoísmo o de vagancia. ¿Cuesta tanto recoger al final de las comidas, los papeles, plásticos, cartones, etc., para quemarlos, en rito solemne de elemental civismo, en las cocinas de cada cual, o depositarlas a la vuelta en las bolsas de basura que han de terminar en el mismo sacrificio del fuego?
La limpieza del campo, de la naturaleza en general, es el signo más evidente de la sensibilidad del pueblo que la vive y disfruta. En esto, amigos que me escucháis, el español no ha conseguido superar el nivel exigido que nos permita considerar que ha pasado la línea del desarrollo. Mientras las playas ofrezcan el aspecto que tienen; mientras los montes sean el hogar de todos los desperdicios, mientras cada uno de nosotros no sintamos vergüenza al arrojar un papel o una basura en el campo o en la playa, aunque no nos vean, estamos todavía muy lejos de poder participar en el mercado común de la decencia y la educación europeas(16).
(16)Nota actual: A estas alturas, ya comenzado el siglo XXI, algo se ha adelantado sobre lo que sucedía, desgraciadamente, en nuestra provincia. Hoy día, 2010, ya no existen los basureros caídos hacia los ríos, ni los despojos de papeles y basuras de las playas. En general algo se ha adelantado en esto de los desperdicios y las gentes –menos mal- van adquiriendo niveles de comportamiento más positivos.
0 comentarios:
Publicar un comentario