13 agosto 1975
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Ilustración G. Guinea |
Al comentar el otro día, y de pasada, el valor universal de Santander como centro primerísimo en la prehistoria internacional, mencioné al Padre Carballo como uno de los científicos que hasta hace muy pocos años, hasta su muerte en 1961, mantuvo la antorcha (fiel y heroica antorcha) de la preocupación por defender y valorar los estudios prehistóricos en la Montaña (charla del 27 de marzo de 1975, pág. xx).
El haber sido yo su inmediato sucesor en la dirección del Museo de Prehistoria y Arqueología de nuestra capital, me obliga a detenerme unos minutos en su persona para exaltar, no sólo su importantísima contribución científica, sino para inclinarme públicamente ante sus casi olvidadas cualidades humanas. Y si quiero hacer este doble panegírico de D. Jesús Carballo, Doctor en Ciencias, ilustre geólogo y reconocido prehistoriador, no es porque hasta ahora le haya olvidado (he de recordar, entre paréntesis, que el único homenaje público de varios días dedicados a recordar su figura, se hizo en este Museo que dirijo, al año siguiente de mi llegada a Santander, y que la necrológica en el Bulletin de la Societé Préhistorique del Ariege, fue firmada y redactada por quien les habla), sino porque durante su vida me unió a él una excelente amistad, y fue el propio D. Jesús quien, sentados los dos en la Austriaca en 1960, me declaró su deseo de que fuese yo quien, una vez él desaparecido, recogiese las riendas de la Dirección del Museo que con tanto cariño, conocimiento y afición, él fundara. No hablo, pues, a humo de pajas, sino con la credencial de un testamento oral que sólo él y yo conocíamos.
Quise al Padre Carballo, porque desde mis dieciséis años, cuando él excavaba en el castro de Naveda, conecté con él, en una edad en que uno no sabe ni de envidias ni de presunciones. Y estoy seguro que él me quería a pesar del poco tiempo que pudimos hablar en nuestra vida. Y mi estima, que fue posiblemente mucho más sincera de la que algunos ahora aparentan, se cimentaba en estas dos direcciones de su personalidad: la científica y la humana.
El Padre Carballo había nacido en Galicia, y se asentó en Santander en cuya ciudad laboró incansablemente por la formación y ampliación del actual Museo de Prehistoria. En 1924 publicaba en España el primer manual de “Prehistoria Universal y especial de España”. Descubrió y excavó la cueva del Pendo, e hizo exploraciones arqueológicas en la del Castillo. Colaboró en numerosas revistas españolas y extranjeras dando a conocer al mundo la riqueza prehistórica de nuestras grutas. Inició las excavaciones de la ciudad romana de Julióbriga, cuyo estudio cedió por esa esplendidez que le caracterizaba, y tuvo siempre como fin no su encumbramiento personal sino la progresiva superación de la ciencia prehistórica en Santander, en lucha tenaz con la incomprensión y la indiferencia.
De él son estas palabras que transcribo(18):
Repito que ambos, Secretario e Interventor, dentro de la Casona [la Diputación], eran los mayores enemigos del Museo, por creerlo inútil, caro y sólo capricho de un señor cualquiera. Y sobre todo que faltos de cultura, sentían, como todo hombre ignaro, aversión a cuanto represente ciencia. Y así la lucha se presentaba manifiesta y el autor del proyecto [el propio P. Carballo], que desconocía las intrigas políticas a las que siempre había tenido adversión, tuvo que sufrir el aprendizaje de lo que llaman la vida práctica, es decir, abrirse camino entre la maleza de la vida política… (P. Carballo: Museo prehistórico de Santander. Historia de este museo escrita por su fundador y director, en este año de 1956. Ejemplar manuscrito que se conserva en la biblioteca del Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander, página 16)
Para que se aprobase el proyecto de Museo que había realizado el P. Carballo se necesitó que éste hablase con el rey Alfonso XIII, que por intermedio del Gobernador militar, Coronel Saliquet (hoy General), obligó a la Diputación de Santander a crear el museo (Ídem, pp. 18-19 del manuscrito citado)
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