02 febrero 1977
La Comisión nacional de defensa de Altamira se ha reunido en sesión de trabajo, el día 29 del pasado mes, con la Comisión de la cueva francesa de Lascaux, en la ciudad de Perigueux. El interés de congregarse en la citada y también conocida cueva del país vecino, se debe al avanzado estudio que llevan ya desde hace muchos años los franceses por lo que se refiere a la conservación y tratamiento de las pinturas paleolíticas afectadas del llamado “mal verde”, que es una acumulación de hongos y bacterias sobre los pigmentos, que terminarían, caso de dejarlos continuar su vida, por borrar y destruir las pinturas. Los prehistoriadores franceses se encontraron hace años con esta enfermedad, que les obligó a llevar a cabo, mediante la formación de una Comisión de técnicos, trabajos exhaustivos sobre la biología, geología, calor, temperatura, etc., de la gruta, y a tomar medidas de cierre que hasta ahora continúan.
Pero el mal de Lascaux, no es el mal de Altamira. O, si quieren Ustedes, los científicos de Lascaux ya saben en qué consiste la “maladie” de sus pinturas. Los españoles, que inician ahora sus trabajos, están todavía en una fase de interrogaciones. ¿Qué pasa en Altamira? No son hongos los que perturban por ahora el equilibrio de las pinturas de Altamira. ¿Es la excesiva humedad? ¿La extrema sequedad de la roca en ciertos lugares del techo? ¿Es un mal biológico o físico? ¿Tiene influencia el número de visitantes? Todavía no se sabe nada. Y creo que va a tardar en saberse, pues para ello –y yo soy más bien pesimista - se necesitará una labor intensa, directa y continuada que precisa de un presupuesto especialmente a ella destinada y de un número de años bien considerable.
Uno piensa lo bien que vendría una Facultad de Historia en nuestra Universidad, aunque no fuese más que para estar atento a estos estudios que, en equipo con técnicos de Física, Química o Geología, podrán vigilar la situación de Altamira. Pero parece ser que lo que los santanderinos pedimos, a través de nuestro Patronato de la Universidad, son técnicos de español para exportar a Estados Unidos. ¡No está mal este amor por obligar a nuestros compatriotas a hacer la maleta! Siempre los viajes son una fuente de cultura y de conocimiento, y sobre todo que cuantos más se vayan, menos quedamos y a más nos toca.
Pero volviendo a lo nuestro, la Comisión de Lascaux ha ofrecido a la española de Altamira todo género de facilidades para mostrarle sus experiencias y sus estudios. Y nuestra Comisión ha ganado un plazo interesante apoyándose en lo ya hecho, que la permite no partir de cero.
Por otra parte en Lascaux se está reproduciendo, y en fase avanzada, la parte principal de la cueva, de manera que, sin peligro para las pinturas, pueda ser contemplado el facsímil, con la misma sensación de realidad, pues se copia la misma forma de las paredes y de los techos de la cueva original, y varios artistas recrean de nuevo las admirables pinturas animalísticas de la famosa cueva francesa.
Creo que otro tanto vamos a hacer aquí con Altamira. Si la necesidad obliga a cerrar la cueva, al menos debemos de permitir al pueblo interesado hacerse una buena idea de lo que es la pintura prehistórica. Aunque una buena reproducción, por excelente que sea, nunca conseguirá la emoción que produce el original: “a falta de pan, buenas son tortas”
Confiemos, sin embargo, en que pronto tengamos, como en Lascaux, una fiel reproducción del arte de Altamira, no sólo en cuanto a las formas y colores de sus figuras, sino hasta en el propio ambiente misterioso de la morada natural del hombre del Paleolítico(64).
(64) Nota actual: El bulo ciertamente de que las pinturas perdían color, ya vimos que trajo como consecuencia la creación de una Comisión del CSIC de Madrid, que seguía trabajando a principios de 1977. Vemos que la idea de reproducir las pinturas de Altamira ya estaba en el deseo del Ministerio y del Patronato, por lo que es seguro –en contra de una opinión interesada muy afianzada y repetida- que desde siempre el Patronato de Altamira (véase su libro de Actas) estaba muy concienciado en la conservación de las pinturas, gracias a los técnicos señores García Lorenzo y Enderiz, que continuamente las vigilaban.
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